Condominio Insurgentes: la permanencia del abandono

“El presente es lo que debería de interesarle al arquitecto. Hacemos el futuro enfrentando al presente.” 

Teodoro González de León

Pareciera la escultura gigantesca de un libro abierto que da a una de las avenidas más grandes y transitadas de la Ciudad de México. El Condominio Insurgentes comenzó a construirse en 1956 y para 1958 abrió sus puertas. Conocido también como el edificio Canadá porque solía ostentar un grandísimo anuncio neón que anunciaba dicho letrero.

Un anuncio en el periódico El Universal sostenía que “el Condominio Insurgentes contará con banco, cafetería, tabaquería, farmacia, peluquería y estacionamiento. Quienes compren un despacho o local podrán pagarlo en un plazo de diez años.”

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Se trataba 420 unidades que podían ser utilizadas para casa-habitación, o como comercio, desde peluquerías, oficinas de abogados, tiendas de zapatos, o lo que al dueño del espacio se le ocurriera hacer de su módulo. El edificio no sobrevivió al temblor de 1985.

Debido a una serie de estragos que desmantelaron parte de la construcción muchas personas abandonaron el inmueble, y al día de hoy el lugar es poseído, sí poseído, no ocupado ya que los que se sienten dueños del lugar son normalmente algunos usurpadores, habitantes testarudos y hasta traficantes de droga.

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Letras Libres

La construcción de 17 pisos y 57 metros de altura ostenta un diseño de arquitectura moderna. Seis elevadores y un gran estacionamiento. A finales de los años 50, el arquitecto Mario Pani establecía una tendencia que iría desdoblándose en diversas partes de la ciudad. Uno de los edificios que en aquel entonces creó el arquitecto Pani, y que puede tener una similitud con el edificio Canadá, fue el Condominio Reforma construido en 1957. Sin embargo el Condominio Insurgentes no tiene autor, o más bien, no se conoce el nombre de su autor.

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Además de los problemas por los cuales pasó después del temblor de 1985, ha sobrevivido otros sismos, asesinatos, actividades ilícitas y sobre todo el recurrente abandono, que si bien se ha puesto sobre la mesa la idea de que debe ser un lugar que puede restaurarse, la realidad es que no hay un acuerdo real que esto llegue a suceder. Si el edificio ha superado todo lo anterior, ¿no valdría la pena tomarlo en cuenta para alguna reivindicación?

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Ahora la fachada moderna sobre columnas dóricas sostiene una serie de ahora emblemáticas ventanas rotas, muros desmantelados, algunas letras pegadas que generan un aspecto fantasmal y totalmente abandonado, a pesar de que ostenta unos cuantos inquilinos.

En agosto de 2012 el edificio fue desalojado y clausurado por Protección Civil, es parte de la lista de la lista negra de la Procuraduría Social del Distrito Federal por ser un espacio de los más conflictivos de la capital, y no es por amenazas de colapso, ya que Protección Civil ha asegurado que no hay riesgo.

Monumental, distintivo pero totalmente abandonado, el edificio es un emblema de permanencia, o algún signo de resistencia, que se erige buscando la atención, casi como metáfora de aquellos grandes sueños que de pronto quedan olvidados.

Imagen de portada Georgina Cebey

 

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