El hombre que accidentalmente creó la máscara de luchador

Esta es la historia de cómo nació la parte más importante del atuendo de un luchador.

 

Sin duda la lucha libre es uno de los deportes más destacados de la tradición mexicana. Su origen data desde 1863, durante la intervención francesa. Se supone que la invención es una evolución y adaptación de la lucha grecorromana, y se le atribuye a Enrique Ugartechea.

Para 1933, Salvador Lutteroth fundaría la Empresa del Lucha Libre, que hoy en día se le conoce como la CMLL. La creación de esta institución abrió puerta al deporte y a su papel como entretenimiento en sociedad. Desde luego algo que hizo de la lucha libre algo tan importante fueron los disfraces, específicamente las máscaras.

Este aditamento fue obra de Antonio Martínez, quien después de trabajar en una empresa textil puso su taller de calzado deportivo para boxeadores. Durante la década de los años 30, la lucha libre atraería la atención del joven que había viajado a la capital en busca de nuevas oportunidades.

Antonio se convirtió en un fanático de la lucha libre, e inclusive formó amistad con un luchador famoso de la época llamado el Charro Aguayo. Fue así como el zapatero comenzó a implementar sus diseños innovadores con los luchadores y su taller se volvió en una visita obligada para todos los interesados en el deporte.

Sin embargo, la carrera de Antonio Martínez tomaría otro rumbo cuando el luchador de origen irlandés Ciclón Mckey visitó su taller.

El Ciclón le pidió una capa que le cubriera la cara, para que a sus contrincantes les fuera difícil arrebatar el antifaz. Antonio tomó las medidas de la cabeza y prometió entregar el pedido unos días después. La mala noticia es que el trabajo no estuvo a tiempo, y aún peor, le quedó pequeño al luchador. El Ciclón se fue defraudado y disgustado del taller, lo cual dejó a Antonio creyendo que el negocio de las máscaras nunca despegaría.

Todo parecía indicar que Antonio se dedicaría solamente a las botas de luchadores, hasta que un día el Ciclón regresó al taller con la idea de comprar seis máscaras. Antonio rechazó la petición al principio, pero el luchador insistió en que le pagaría más y el inventor finalmente accedió.

Antonio ya sabía dónde había cometido sus errores, por lo que decidió tomar nuevas medidas del cráneo, 17 en total. Y de hecho, son estas excesivas medidas lo que hacen la calidad única del taller de Antonio Martínez.

Pronto las geniales máscaras se harían de nombre entre la comunidad de luchadores de la Ciudad de México. Y es por esto que existen personajes nacionales como Blue Demon, el Santo, Murciélago Velásquez, Tinieblas y más.  

Deportes Martínez

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