La historia de la condesa por la que la Condesa se llama así…

Existen plazas, calles, avenidas y barrios de la ciudad que visitamos con frecuencia sin saber realmente el origen su nombre. La Condesa, en la Delegación Cuauhtémoc, es más que conocida por su vida nocturna, su oferta cultural y gastronómica, además de sus bellas calles llenas de árboles y parques. Poca gente conoce la verdadera historia del origen de su nombre, que curiosamente se debe a que la zona que hoy ocupa esta colonia fue alguna vez parte de las numerosas propiedades de una mujer noble y adinerada, la Condesa de Miravalle, un personaje sin rostro (pues no existe un solo retrato de ella), que vivió en el siglo XVIII en la Ciudad de México.

María Magdalena Catarina Dávalos de Bracamonte y Orozco, Tercera Condesa de Miravalle nació en la Ciudad de México la noche del 2 de junio de 1701, descendiente de condes venidos de España durante el Virreinato. Esta mujer fue dueña de alrededor de 70 haciendas en el estado de Michoacán, una mina en Nayarit y distintas propiedades en otros estados de la República.

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Escudo de armas de los Condes de Miravalle, periodicoexpress.com.mx.

La Condesa de Miravalle heredó de su madre, además, la Hacienda de Tacubaya, que incluía lo que hoy son las colonias Condesa, Hipódromo Condesa, Tacubaya y la Roma. En 1721, María Magdalena se casó con Pedro Antonio de Trebuesto y Alvarado con quien tuvo ocho o nueve hijos, y de quien enviudó diez años después.

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La viudez puso a la Condesa de Miravalle en un lugar difícil, pues tuvo que llevar a cabo tareas que sólo hacían los hombres en aquella época. Se sabe que María Magdalena fue una magnífica y autoritaria administradora de su riqueza, además de una gran negociante que, además, dedicó mucho tiempo a hacer acuerdos para que cada uno de sus hijos recibiera su herencia y se casara con la persona indicada.

Un personaje así, sin duda, es el origen de mitos de toda clase, y la Condesa de Miravalle no es la excepción. Las leyendas alrededor de esta mujer son numerosas y no todas fidedignas, pero siempre interesantes y en ocasiones tétricas. Algunas fuentes aseguran que fue hermosa y que siempre lograba tener al hombre que deseara; otras leyendas cuentan que era muy fea (no existe retrato alguno de ella). También se cuenta que organizaba fiestas con la realeza de la Ciudad de México de entonces, que llegaban a durar semanas enteras.

Dueña de cientos de esclavos, se dice que la condesa los trataba como animales y mató a muchos de ellos; fue una mujer malvada, ambiciosa y calculadora, según las versiones más amarillistas del personaje. Tal ambición, cuentan, la llevó a ser excomulgada por reclamar las donaciones que uno de sus adinerados tíos hizo a la Catedral de Valladolid en Michoacán. Supuestamente, tras la excomunión, ella tuvo que retractarse. A pesar de todo esto, registros de la época indican que tras su muerte liberó a varios de sus esclavos.

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Una de las haciendas de la Condesa de Miravalle, ytimg.com.

Otra de las leyendas alrededor de este personaje es que tuvo como amante a un fraile, Tomás Camata Estrada, quien fue su confidente y una de las pocas personas que sabía dónde exactamente estaban enterrados sus numerosos tesoros.

Un dato curioso y poco conocido es que María Magdalena ganó un concurso de poesía en 1729, un certamen literario que celebraba por aquel entonces la canonización de San Juan de la Cruz.

La Condesa de Miravalle murió en 1777, se dice, envenenada por el fraile que fue su amante. Tras su muerte, de acuerdo a algunas leyendas, esta excéntrica mujer fue embalsamada y sus restos fueron exhibidos durante 150 años en la catedral de Tuxpan, en Veracruz. Poco a poco, los hijos de esta condesa vendieron su herencia y, con el tiempo, volvieron a España. Una de sus propiedades, la Hacienda de Jaripeo (que, por cierto, tenía una mina de oro) fue vendida a nada menos que Miguel Hidalgo y Costilla.

La Tercera Condesa de Miravalle es un personaje profundamente interesante, no sólo por las leyendas que han nacido alrededor de su figura (o si éstas son ciertas), sino por ser una mujer, poeta, que jugó el papel de un hombre cuando esto no sucedía a menudo, mucho menos tratándose de una noble criolla sola en tierras americanas. Su figura, su historia y sus leyendas son, sin duda (y sin que muchos lo sepan), celebradas por una de las colonias más bellas de la Ciudad de México.


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