Sitios considerados portales al inframundo en el México prehispánico

El escritor Gutierre Tibón nos confirma en su libro El ombligo como centro cósmico: Una contribución a la historia de las religiones, la relación metafórica entre el ombligo y los portales al inframundo en Mesoamérica. Y es precisamente esa analogía arquetípica, entre el centro cósmico de un cuerpo y la puerta hacia otros mundos –específicamente el que espera detrás de la muerte–, lo que hace meditar: ¿qué clase de espacios del antiguo México fueron destinados a fungir como pasajes de luz para los no vivos?

 

inframundo tlaloc 

Tibón registra al menos tres: el agua, las cuevas u hoyos en la tierra y las montañas.  Y aunque estos espacios mantenían su sacralidad por sus propiedades cosmológicas individuales, resulta curioso saber que en muchos puntos de la Ciudad de México, o de la gran Tenochtitlán, se encontraban, tres o al menos dos, en un mismo sitio. A continuación revisaremos lo anterior con algunos ejemplos de portales que existieron en el área de Tenochtitlán y  poco más.

 

El agua

 

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El agua siempre fue imprescindible para las culturas ancestrales, especialmente los ríos como caminos hacía la muerte –lo inevitable– y los lagos, que fungían como una especie de vientre o conexión con el origen; según Tibón, se trata de “un lugar umbilical de comunicación con el más allá”. Encontramos también el descubrimiento en Teotihuacan de un “río” de mercurio al final del túnel del inframundo, una especie de ofrenda mortuoria o metáfora sobre los parajes acuosos ligados al proceso espiritual entre la muerte y el renacer. El mercurio –que en civilizaciones como la griega es representado con Dionisos, el dos veces nacido o la energía capaz de comunicar la vida con la muerte–, se ha encontrado también junto a tumbas reales en pirámides como las de la zona maya. 

Como podemos ver, el agua fue un símbolo tanto de fertilidad como de acceso a la muerte. Un hilo metafísico con rumbo, quizá, a la reencarnación. Pero este elemento fue de todos el más importante, pues se encuentra impreso en cada uno de los otros portales, presagiados por los dioses de la lluvia (Tláloc) y la neblina (Ayauhtéotl).

 

La cueva

 

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La cueva es la entrada al inframundo por excelencia. Fue refugio para los antiguos, la “boca o vientre de la tierra”, el ombligo –“Xicco”, cuyo nombre también se le dio a una laguna ubicada en Iztapalapa, la morada de algunos dioses y también de los espíritus del agua, lugar que por la virginidad de sus manantiales se utilizaba para ritos y también para construir cámaras mortuorias. Las cuevas fueron hasta el postclásico, lugares de culto particularmente relacionados con el agua. Con todas estas características es evidente que una cueva habría de tener un significado más universal, la entrada al inframundo, por ejemplo. 

En la Ciudad de México existe una cueva muy peculiar cuyo carácter de pasaje al inframundo ha sido muy famoso. Se trata de la entrada al inframundo en la que Moctezuma II intentó suicidarse luego de avistar los 8 augurios diez años antes de la llega de los españoles. Esta cueva se ubica en el bosque de Chapultepec y aún puede ser visitada. 

Por otro lado, es frecuente, también, que las cuevas funjan como desembocaduras de manantiales, tal es el caso del inframundo de Chapultepec, donde se sabe que se encontraba un adoratorio a Tláloc. Un aspecto importante es que el agua de dichas cuevas (que más bien fungían como recipientes) era considerada prístina o virgen, por su carácter simbólico de brotar o germinar sobre la tierra. Y en este sentido, las cuevas, además de inframundos significaron la creación de la vida –ejemplo claro es el mito de la creación de la luna y el sol desde una cueva.

 

La montaña

 

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En la Ciudad de México, por ejemplo, provoca curiosidad que el punto más alto de la capital –El Ajusco–, se encuentra no muy lejos de lo que se dice su ombligo o centro. Este último  punto se encuentra en la colonia Ajusco, a tan solo unos cuantos kilómetros de dicha cima.

La montaña del Ajusco fue desde siempre sagrada. Sus antiguos pobladores le atribuían un carácter de fertilidad, pues obtenían muchos beneficios de él para su sobrevivencia. Nuevamente se relaciona al inframundo con el carácter de fertilidad de la tierra.

Cuenta una leyenda de la región del Ajusco –y de menos en México las leyendas, aunque a veces metafóricas, nos dicen mucho– que “para contrarrestar la erupción del Xitle, el Ajusco también hizo erupción, pero en lugar de arrojar lava echaba chorros de agua. De ahí que la parte norte del cerro tiene una gran cañada por donde fue arrojada el agua.”

Finalmente existen lugares como el cerro del Cuchumá, en el pueblo mágico de Tecate, donde se sabe que los kumiai incineraban a sus muertos a través de ceremonias chamánicas,  o la Sierra del Río Frío donde se hallaron adoratorios. 

Pareciera que nuestros antepasados conocían bien los portales hacia al inframundo, como si tantas horas de observación de la naturaleza les hubiesen mostrado los caminos.  

 

/Fuentes: 

*MANZANILLA Linda, “El concepto de inframundo en Teotihuacán”, Instituto de Investigaciones Antropológicas Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, 1997, 127-143 pp.

*TIBÓN Gutierre, “El ombligo como centro cósmico: Una contribución a la historia de las religiones”, México, FCE, 1981, 403 pp.

 

Twitter de la autora: @surrealindeath


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