Los Tlalcoyotes: guardianes de los bosques de Milpa Alta

Los guardianes del bosque en Milpa Alta, los Tlalcoyotes, se pintan la meta de combatir incendios, restaurar las áreas dañadas y proteger los árboles de los talamontes.

Cuidar de un bosque debe ser una de las tareas más embelesas practicadas por la voluntad del hombre. Más allá de fungir como una terapia –que hoy bien podría funcionarnos a muchos de los que vivimos en grandes urbes–, cuidar un árbol o un bosque entero es un acto de empatía para con la comunidad. Pero sobre todo por un aire limpio para respirar.

Este es el caso de Villa Milpa Alta, donde existen hombres y mujeres que dedican una fracción de su vida al cuidado de ellos. En Milpa alta un grupo de personas locales, que se hacen llamar los Tlalcoyotes (Brigada Comunal Tlalcoyotes), se pinta la meta de combatir incendios, restaurar las áreas dañadas por los mismos y proteger los árboles de los talamontes.

Entre pinos, oyameles, encinos y zacates, los guardabosques acuden todas las mañanas a las cimas de la reserva del Chichinautzin –y parte de la reserva del Tepozteco, en el estado de Morelos– para encaminar su labor. Botas, chalecos distintivos y una buena chamarra para el frío les acompañan en sus caminos.

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Los Tlalcoyotes son gente preparada que ha recibido entrenamiento tanto de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) como de las instancias de Protección Civil. Y a pesar de su inapelable audacia al momento de apaciguar incendios, las temporadas donde mayor numero de éstos se registran no son nada fáciles de articular.

La mayoría de los 26 integrantes tienen otros empleos, especialmente en el ámbito del comercio del nopaluna cualidad distintiva de Milpa Alta. Según se dice, muchos de ellos lo hacen por amor al bosque. Otros, aunque también ganándose un dinero, lo hacen por mantener la calidad del aire que respiran.

En la Ciudad de México tenemos de todo tipo de árboles. Y aunque la expansión urbana es cada vez más notable, hoy todavía tenemos la oportunidad de visitar las periferias de la capital y encontrarnos con numerosos bosques; territorios silenciosos donde no hay más que vida.

Hay quienes afirman que los árboles son santuarios, y que es un deber más bien innato prestarles atención. Porque cuando uno se anda con árboles, aprende no sólo a descifrar la naturaleza sino también la fuerza que uno mismo se trae –¿y qué mejor maestro de la fuerza y perseverancia a la vida que el viejo árbol?

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Más información sobre la Brigada Comunal Tlalcoyotes

/Fotografía principal: El Universal

/ Twitter de la autora: @surrealindeath


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