La historia de una de las unidades más representativas de la CDMX.
Más allá de su arquitectura monumental e innovación en temas urbanos y sociales que lo llevó a convertirse en un ícono representativo de la arquitectura modernista en México, Tlatelolco es un espacio cargado de historia que contiene y representa tanto el apogeo de la época moderna en el país como su derrumbe.
A mediados del siglo XX, México experimentaba una fuerte transformación en sus ciudades, sobre todo en la parte de modernización urbana. El aumento en el crecimiento desmedido de la población en la Ciudad de México y la falta de servicios para beneficiarla, llevó a una importante crisis habitacional.
Esta crisis generaría la necesidad de buscar nuevos métodos de reorganización urbana y social, ya que las zonas más alejadas de la urbe se empezaron a poblar de manera descontrolada en asentamientos irregulares que promovían la inseguridad y la violencia.
Ante estas situaciones de deterioro, el arquitecto mexicano Mario Pani, siguiendo las influencias del movimiento moderno de Le Corbusier, plantea una serie de soluciones a estos problemas a través de la densificación de vivienda, cambiando el uso de suelo, y la propuesta del concepto de “ciudad dentro de ciudad“, que alojaba en su interior una gran variedad de servicios sociales, áreas verdes y recreativas.
En 1960, tras la construcción de varios desarrollos con esta estructura, como es el Centro urbano Presidente Alemán y el Centro Urbano Presidente Juárez, y buscando implementar cada vez mejores soluciones, Pani inicia el desarrollo de una nueva Unidad Habitacional en Tlatelolco como proyecto del estado para el pueblo. Ubicado en lo que fueron alguna vez lotes baldíos del Sindicato Ferrocarrilero y talleres de la empresa La Consolidada, se erige el Conjunto Urbano Presidente Adolfo López Mateos de Nonoalco Tlatelolco, proyecto de síntesis y culminación de Pani en su desarrollo como urbanista y promotor de conjuntos de vivienda.
El terreno estaba destinado inicialmente a la construcción de viviendas unifamiliares, pero Pani propuso de nuevo la densificación de la zona a través de vivienda multifamiliar que albergara la mayor cantidad de personas posibles en un área que les ofrecería todos los servicios necesarios. De esta manera, únicamente el 25% del terreno estaba destinado a vivienda mientras el otro 75% quedaba libre para servicios y áreas libres.
Se crearon múltiples tipologías para los diferentes tipos de usuarios y se destinaron zonas para distintos niveles socioeconómicos con servicios públicos integrados como educación, deporte, cultura y locales comerciales.
El planteamiento urbano se desarrolla en 3 secciones que se conectan a través de corredores, pasos a desnivel y espacios públicos, dejando en la periferia el acceso automovilístico para priorizar al peatón. Los edificios de concreto de diferentes alturas que integran el proyecto tienen volumetrías simples, con condiciones únicas tanto físicas como funcionales, que responden a las distintas necesidades adaptándose al uso designado.
Además de su funcionalidad en términos espaciales, el proyecto fue el primer conjunto en contar con planta tratadora de agua en Latinoamérica, así como sistemas de bombeo de agua para distribución en los departamentos, red telefónica y eléctrica subterránea y gas entubado.
Todos estos avances tanto en tecnología de infraestructura como en materiales de construcción y reconformación espacial urbana hicieron realidad en su momento el sueño europeo modernista en cuestión de modelos de vivienda. México parecía encontrarse en la cúspide del progreso con gran reconocimiento a nivel internacional, etapa que se conocería como “El milagro mexicano“.
Sin embargo, el choque de la realidad al enfrentarse la crisis social con esta idea de modernidad desencadenó un evento que marcaría la historia tanto del proyecto como del país, la matanza del 68, siendo la misma arquitectura la que propiciaría el escenario para que esto sucediera. Uno de los espacios públicos principales, la Plaza de las Tres Culturas, funcionó como lugar de manifestación donde el mismo Estado aprovecharía la situación espacial para los ataques en contra de los estudiantes conteniéndolos dentro del conjunto. El Gobierno no asumió responsabilidad por la tragedia ocurrida, y fue hasta casi 40 años después que se buscaron responsables. De aquí que para los capitalinos y para todos los mexicanos, “El 2 de octubre no se olvida“.
Asimismo, en los años siguientes se empezaron a manifestar problemas en la estructura y mantenimiento del conjunto. Los inquilinos buscaron la ayuda del Estado, ya que el proyecto había sido su iniciativa, y además era propiedad del Gobierno, pero nunca obtuvieron respuesta. A pesar de las fallas, el conjunto siguió funcionando los años siguientes y como consecuencia de esto, en el terremoto de 1985 el edificio Nuevo León se derrumbó casi en su totalidad cobrando varias vidas. Esto llevó a la total demolición de ésta y de más unidades y al abandono de la vivienda por miedo a las fallas estructurales, lo que marcó el inicio de deterioro del conjunto.
El modelo de vivienda de Tlatelolco es hoy en día obsoleto. El olvido por parte de las instituciones, la crisis económica y la falta de mantenimiento, se ha desencadenado en eventos de violencia e inseguridad que se refuerzan por la falta de convivencia y pertenencia, así como por la escala monumental y la conformación y transformación de los espacios. Sin embargo, el conjunto sigue en pie después de más de 50 años y pareciera que se ha detenido en el tiempo.
Su relevancia no reside tanto en la novedad de formas o materiales utilizados, si no en las soluciones que se implementaron para resolver los problemas que se enfrentaban en ese exacto momento y espacio. Este proyecto hoy en día reitera como las intervenciones arquitectónicas dentro de cualquier contexto no funcionan como un elemento aislado cuando buscan resolver algún problema, si no que influyen muchos otros aspectos sociales, económicos y políticos que afectan y modifican el entorno donde se encuentran.
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