Cuando apareció en las profundidades de un cenote, el inframundo maya

Una verdadera máquina del tiempo debajo del agua.

En las profundidades de los cenotes que están ubicados en el corazón de la Península de Yucatán, hay toda clase de secretos. Desde el inicio de los tiempos estos magníficos pozos naturales han resguardado en su interior una serie de materiales arqueológicos que se han conservado de una manera maravillosa, sin mayores alteraciones del hombre.

Es tanto lo que se esconde dentro de estos maravillosos espacios acuíferos de México, que desde hace 14 años  se conformó el Gran Acuífero Maya;  una iniciativa que a través de peligrosas expediciones a las cuevas sumergidas de Tulum, pretende enseñarle al mundo el vasto universo que esconde bajo el agua. Este proyecto lo conforman un grupo de buzos especializados que dedican sus días a nadar en la oscuridad y a codearse con extrañas formaciones rocosas que se encuentran ancladas en las profundidades.

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Hace poco, tras 10 arduos meses de viajes al fondo del agua, el Gran Acuífero Maya  descubrió un hallazgo sorprendente. Una mágica conexión entre el mayor sistema de cuevas inundadas del mundo. Se trata de un inmenso laberinto subterráneo que mide 347 kilómetros y que une los hundimientos acuíferos que existen entre la zona de Dos Ojos y San Actún 

Dentro de este tenebroso pasadizo de agua dulce, los investigadores encontraron una gran cantidad de restos óseos de animales extintos; perezosos gigantes, tigres, caballos antiquísimos cuyos restos podrían tener entre 10 mil y 12 mil años de antigüedad.

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Sin embargo,  lo más notable del hallazgo fue que también se toparon con cientos de objetos antiguos atribuidos  al misterioso inframundo de la cultura maya. Entre los tesoros que había en estas cuevas subacuáticas estaban: cuantiosas cerámicas prehispánicas, utencilios extraños que se usaban para realizar sacrificios y huesos  humanos. Según los expertos del INAH, este descubrimiento es importantísimo; se trata (ni más ni menos) de un verdadero sitio arqueológico anclado a varios metros de profundidad.

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Hay que recordar que para los mayas los cenotes ocupaban un lugar muy relevante dentro de su cosmogonía. Para ellos, los ojos de agua representaban el tercer nivel de su universo, después de la tierra y el cosmos. Y es que en el inframundo maya pasaba de todo, ahí estaba el origen de los hombres. Ahí se luchaban las eternas batallas entre el bien y el mal. Ahí, debajo de la tierra, vivían todos los dioses. Ahí flotando en el agua estaba todo el mito de la creación de una de las civilizaciones prehispánicas más fascinantes que han existido.

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Hay que destacar que  tras haber encontrado este inmenso laberinto. Los especialistas lo han bautizado como San Actún, un nombre maya que al español se puede traducir como: cueva blanca.

Asimismo, a pesar de lo satisfechos que están todos con la conexión hallada, esto apenas empieza. Los buzos seguirán en su tiránica labor de explorar la profundidades de los pozos naturales de Quintana Roo. Se calcula que todavía les faltan 1400 kilómetros que recorrer.