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El digno homenaje que Forbes le rindió a Francisco Toledo

 Toledo es simplemente una leyenda viva…

 

Como todas las mañanas desde hace décadas, Francisco Toledo se aparece en alguna calle de la capital de Oaxaca. Las personas lo miran a lo lejos y murmuran, saben que están ante una leyenda viva. Ahí está, con si fuera cualquier mortal, el prolífico pintor, de barba profunda y desordenada, que además de llenar de colores la existencia de los humanos, ha contribuido enormemente al fomento de la cultura en su estado natal.

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Francisco Benjamín López Toledo nació en 1940. Fue el cuarto hijo de un zapatero y pasó su infancia entre Juchitán y Minatitlán. Cuentan los que lo conocieron que desde sus primeros años, el artista tuvo una creatividad inquisitiva. Su actividad favorita era sentarse en la terraza a escuchar los relatos populares que le contaba su abuelo. Historias de pueblos que estaban protagonizadas por animales y seres fantásticos.

Tras muchos años de capturar dibujos en libretas cuando tuvo la edad se mudó a la Ciudad de México para estudiar en la Escuela de Diseño y Artesanías. Aquí se construyó su propia visión del arte. Aquí tuvo sus mejores maestros. Aquí se convirtió en: grabador, pintor, ceramista. En este lugar aprendió a usar como inspiración la diversidad regional de Oaxaca.

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Pero además de ser un dibujante consagrado, que ha expuesto en todo el mundo desde 1960, Francisco Toledo ha sido un comprometido defensor de la naturaleza y ahora también es el hombre al que la connotada revista Forbes ha escogido para homenajear con un tremendo artículo en el que se destacan su impecable trayectoria como artista y como activista social.

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En esta pieza, lo llaman “El brujo de Juchitán” y recorren con palabras su vida cotidiana. Según el articulista, Toledo es un tipo modesto y un poco desalineado. Siempre viste una camisa blanca y unos pantalones beige e inicia sus días en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca; una escuela (de las tantas de que ha fundado) en la que se forman artistas plásticos, escultores, ceramistas y fotógrafos.

En el IAGO todo mundo lo ve con una gran admiración, de hecho, le dicen “el maestro”. Y mientras los adultos mantienen una distancia respetuosa, los niños – que están estudiando en el instituto debido a que el sismo del 7 de septiembre les derrumbó sus escuelas– se le acercan y le preguntan que ¿cómo usa tantos colores?, el los abraza, les sonríe.

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Esa calidez y amor por su ciudad, no sólo se ve en las escuelas que apoya y alimenta. Se puede contemplar en los muros de algunos restaurantes de comida típica que hay en la capital de Oaxaca,  en las exposiciones temporales de los Centros Culturales y en la enorme cantidad de cuadros que ha pintado para celebrar la diversidad natural que existe en su querida tierra.

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Según el artículo Toledo odia las definiciones. Él no cree en las rutunas, pero sí espera que llegue “el momento brujo”, ese instante en el que la inspiración invade las entrañas y necesita salir para convertirse en obra de arte. Afortunadamente en su carrera el grabador ha encontrado muchos de esos instantes y ha dejado para la posteridad al menos 7 mil obras.

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Según Forbes (y todos los oaxaqueños) la modestia, el talento y esa empatía infinita que tiene con sus raíces, han transformado al apoteótico Francisco en el artista mexicano vivo más importante de nuestro tiempo.