Un repaso por los aspectos que definen a cada una de estas culturas.
Pensar en el México prehispánico es pensar en culturas como
la azteca y la maya. Pero lo cierto es, que alrededor del territorio mexicano, existían diversas comunidades indígenas que incluso
antes de Cristo llegaron a posicionarse como una de las civilizaciones más relevantes de Mesoamérica.
Tal es el caso de
Teotihuacán, una de las ciudades ancestrales más importantes de nuestro país. Se trata de un paraje que actualmente es conocido por su zona arqueológica, la cual, por cierto, ha sido motivo de
múltiples investigaciones a lo largo de los años.
Lo inquietante es que extranjeros o turistas que visitan México, y ven pirámides como las del
Sol o la Luna, inmediatamente lo relacionan con los vestigios del
Templo Mayor, ubicado en el corazón de la urbe. Pero es importante recalcar, que aunque ambos sitios remitan a la arquitectura precolombina, se trata de
dos culturas sumamente distintas. Por este motivo, resulta pertinente aclarar algunas de sus diferencias.
En primer lugar, hay que destacar su geografía. Hoy en día, se puede ir desde la Ciudad de México a Teotihuacán en coche, y hacer un poco más de una hora. No obstante, en aquellos tiempos,
estos 50 km. constituían una distancia considerable. Tanto, que actualmente una se encuentra en el Estado de México y otra en la capital.
El segundo punto, y quizás el más importante,
es el periodo histórico. Gracias a todos los estudios antropológicos y arqueológicos que se han hecho en Teotihuacán, se cree que la ciudad estuvo habitada
desde el año 100 a.C. hasta el 650 d.C.
Pero esta ciudad fue abandonada hacia el año 700. Y aunque no se sabe con certeza la razón, los hallazgos sugieren que una erupción volcánica estropeó toda la cosecha, y la población se quedó sin alimentos. En el pueblo vivían aproximadamente
125,000 personas, por lo que fue natural que dejaran el lugar.
Por su parte los aztecas fundaron Tenochtitlán en
1325, siglos después de que los teotihuacanos desaparecieran del mapa. Este dato, nos indica que las civilizaciones no fueron coetáneas, es decir,
nunca coexistieron. De hecho, fueron los mexicas los que bautizaron este lugar como “Teotihuacán”, pues se trata de un topónimo náhuatl que quiere decir “
lugar en el que fueron creados los dioses”. Y es que estos indígenas creyeron que las pirámides habían sido construidas por dioses.
Otra diferencia entre las culturas es la religión. Sí,
ambas eran politeístas, y adoraban a dioses similares como
Coatlicue, diosa de la fertilidad. Y pese a que ambos realizaban sacrificios y rituales espirituales, en realidad éstos eran distintos.
Teotihuacán era una cultura mucho más cósmica, al menos así lo indican los descubrimientos de
paisajes lunares bajo la zona arqueológica. Por otro lado, en Tenochtitlán destacaban más el tzomapantli, un altar donde se empalaban las cabezas de los sacrificados y
se exponían ante el público.
Por esto y más, es que los teotihuacanos y los mexicas son increíblemente diferentes. Y es erróneo concebirlos como una misma cultura, en primera porque
los primeros engloban muchos más misterios que los segundos. Y además, aspectos como la geografía, la época y la religión los separan abismalmente. Ahondar sobre el pasado prehispánico de México es imprescindible
para realmente comprender nuestra identidad. Te invitamos a que pronto visites las zonas arqueológicas de Teotihuacán y Tenochtitlán para comprobar sus diferencias de manera empírica.