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Tlatelolco, la historia aún por contarse

En una metrópoli tan vasta como la ciudad de México, existen sitios discretos pero poderosos que para los mismos habitantes de la urbe aún están por descubrirse. Uno de ellos es un secreto a voces, una colonia gigantesca con un largo pasado que hunde sus raíces en la historia del país, y que hoy en día es hogar de más de 11 mil familias: el Conjunto Urbano Presidente Adolfo López Mateos, conocido por los capitalinos simplemente como Tlatelolco.

El historiador Eduardo Matos Moctezuma nos recuerda que la fundación de la ciudad de Xaltelolco tuvo lugar en el año 1338 de nuestra era, correspondiente al año uno casa del calendario mexica. Sus fundadores fueron mexicas inconformes con la administración de Tenochtitlán, quienes llegaron a las lagunas de lo que hoy es Tlatelolco para fundar uno de los más grandes mercados del México antiguo, conociendo largos años de prosperidad gracias a la pesca, la caza y el comercio.

El nombre del lugar proviene de tlatelli, que significa “montículo” o “islotes en el lago”, por lo que Tlatelolco vendría a ser “lugar de los montículos de tierra sobre el lago”.

Tlatelolco fue el último bastión de la resistencia de los antiguos caciques frente a la caída de Cuauhtémoc, el último emperador azteca, en agosto de 1521. Consumada la conquista militar, Tlatelolco quedó anexado a la ciudad de México, a pesar de que durante siglos se consideró un territorio separado de Tenochtitlán. Como era costumbre entre los españoles, sobre el gran templo consagrado a deidades como Quetzalcóatl, Ehécatl y Huitzilopochtli (dioses de la escritura, el viento y la guerra respectivamente, entre muchas otras atribuciones) y utilizando los mismos materiales de los antiguos templos fue construido el Imperial Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, donde se educó a nobles indígenas y donde el cronista Fray Bernardino de Sahagún escribió los 12 libros de la Historia general de las cosas de la Nueva España, uno de los más apasionados intentos por desentrañar la otredad radical que se hayan hecho en cualquier lengua.

Durante los siglos siguientes, Tlatelolco permaneció como un extrarradio de la ciudad de México, sirviendo a usos tan diversos como patio de maniobras para ferrocarriles de la cercana estación de Buenavista, prisión militar y barraca de guardias presidenciales. Pero fue gracias a la visión del arquitecto Mario Pani que el proyecto de la Unidad Habitacional tomó forma y realidad, culminando su construcción en 1964.

El lugar es tristemente célebre, hay que mencionarlo, debido a la matanza de estudiantes efectuada el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, a pocos pasos de la zona arqueológica de Tlatelolco que puede verse desde el Eje Central Lázaro Cárdenas. Una comisión de la verdad presidida por el escritor Paco Ignacio Taibo II estimó en más de 300 los muertos, además de incontables heridos. En honor a ellos, el Centro Cultural Universitario inauguró en el año 2006 un Memorial del 68, donde se expone la historia de estos trágicos hechos.

Otro incidente por el que la zona es célebre fue el derrumbe del edificio Nuevo León durante los terremotos del 19 y 20 de septiembre de 1985, donde cientos de vidas se perdieron y 11 edificios más tuvieron que ser demolidos por daños estructurales. En el lugar donde estuvo el edificio Nuevo León hoy puede visitarse un hermoso reloj solar que marca la hora en que la tierra se movió, además de una placa con un poema de Nezahualcóyotl, que da cuenta de la incertidumbre en la que viven los habitantes del DF, una zona sísmica considerable.

Tlatelolco es un deleite visual para los interesados en la arquitectura funcionalista y el manejo óptimo de espacios públicos. Más que ser la “utopía del México sin vecindades”, como la llamó Carlos Monsiváis, Tlatelolco es escenario vivo de una rica vida familiar y cultural que no esconde su pasado. Otros lugares a visitar son el bellísimo Jardín de Santiago en la esquina de Flores Magón y Reforma, con su cúpula de resonancia que hace las delicias de los niños, así como las diversas plazas y placas conmemorativas que celebran la firma del Tratado de Tlatelolco en 1967, por el que más de 30 países acordaron mantener a América Latina y el Caribe libre de armas nucleares.


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