Una mujer de 60 años rememora un episodio fantástico de su niñez, según el cual, todos los lunes llegaba en un carro convertible, a una tintorería del barrio de Valle de Aragón, un hombre enmascarado que en sus anchas espaldas portaba una larga capa, misma que dejaba en el establecimiento bajo la instrucción de que fuera lavada y planchada con cuidado. La mujer revela el nombre del enmascarado: El Santo, afirmación que le vale las carcajadas de aquellos que la acompañan quienes, temerosos de caer en la ingenuidad, aseguran que se debe tratar de un sueño.
Realidad o mentira, el hecho es que la historia de la lucha libre en México está plagada de elementos teatrales y espectaculares que trastornan hasta el juicio de los artistas más exquisitos. Se cuenta que en la década del setenta arribaron a Francia las películas mexicanas protagonizadas por el “Enmascarado de Plata”. Estos filmes de baja calidad y presupuesto limitado, caracterizados por exhibir graves errores cinematográficos en su realización, maravillaron al populo mexicano, e hicieron creer a la sociedad francesa que se trataba de obras maestras del arte surrealista.
Los sueños que la lucha libre forjó en las mentes de niños y adultos iniciaron en el año 1933, cuando Salvador Lutteroth, considerado el padre de la lucha libre en México, fundó la Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL) y adquirió un inmueble derruido (la Arena Modelo), sobre el que décadas después construyó un espacio que prometía convertirse en el mayor coliseo del país: la Arena México.
En un clima de expectación que aludía al orgullo nacional, el 27 de abril de 1956 la Arena México, un recinto anidado en la colonia Doctores, con capacidad para alojar a casi 18 mil espectadores, abrió por primera vez sus puertas al público, con un cartel inaugural excepcional que anunciaba la presentación de una pelea estelar a cargo de El Santo y Rolando Vera contra Blue Demon y el Médico Asesino.
Luego de este acontecimiento, pasó poco tiempo para que la lucha libre se enraizara en el gusto popular mexicano y a la Arena México se le otorgara el mote de “la catedral de la lucha libre”. Sin embargo, pese a que la historia de la Arena no se puede disociar de la lucha libre, este coliseo también ha sido refugio del Box y otros espectáculos, entre los que destaca la llegada, a principios de la década de los sesenta, del histórico Circo Atayde, que durante 40 años presentó ininterrumpidamente funciones anuales.
En los años posteriores a la inauguración de la Arena México la lucha libre logró un mayor reconocimiento, mismo que derivó en filmes donde los luchadores fueron retratados como superhéroes: El Santo contra el cerebro diabólico, El Santo contra los hombres infernales, El Santo contra las momias de Guanajuato o El Santo contra las mujeres vampiro, son algunas de las películas que crearon un género de culto en el cine.
A 50 años de historia de la Arena México, resulta interesante que la lucha libre siga ocupando un lugar privilegiado dentro del gusto popular mexicano, mismo que ha hecho de ella un icono cultural reconocido a nivel mundial.
Deporte de arrabal, arte escénica u obra maestra surrealista, la lucha libre es una práctica cultural mexicana que sigue abonando a las fantasías de niños, viejos e incluso hipsters, que compran sus boletos en las taquillas de la Arena México para asistir a uno de los espectáculos que mejor retrata los sueños sobre los que se asienta la idiosincrasia mexicana.
Leave a Reply