En 1996, en Tocuila, una pequeña ciudad a las afueras de la Ciudad de México, un equipo de trabajadores que construían un sistema de cisternas hizo un descubrimiento gigantesco. Habían cavado apenas a 5 metros en el suelo cuando huesos gigantescos comenzaron a sobresalir de la tierra.
Sorprendidos por este hallazgo inesperado, los trabajadores contactaron a las autoridades locales, quienes a su vez se pusieron en contacto con arqueólogos y paleontólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. Los científicos excavaron el sitio y determinaron que los huesos pertenecían a siete mamuts colombianos que habían vivido aproximadamente entre 10.000 y 12.000 años atrás.
El sitio fue uno de los más ricos depósitos de fauna del Pleistoceno tardío en América que se haya encontrado. Una vez que terminaron las excavaciones, el INAH compró la tierra y la convirtió en un museo modesto donde el público en general podía admirar los restos de estas criaturas extintas.
Este mamut colombiano fue una de las especies más grandes de la familia de elefantes que haya existido. Los animales podían ser dos o tres veces más grandes que los elefantes africanos modernos, pesaban hasta 11 toneladas y típicamente tenían colmillos que podían alcanzar longitudes de 16 pies.
Los mamíferos vagaban gran parte de América del Norte, pastando en sus llanuras y estepas abiertas. Al igual que los elefantes modernos, los paleontólogos creen que las criaturas eran animales altamente sociales que vivían en manadas lideradas por una matriarca. Al igual que los elefantes de hoy, los mamuts también fueron amenazados por los humanos.
Los mamuts encontrados en Tocuila murieron por causas naturales, en lugar de una mano humana. La hipótesis que actualmente tiene la evidencia fósil más relevante es que los animales fueron sacrificados cuando un lahar gigantesco, o flujo de lodo, fue provocado por una erupción volcánica.
Dirección: Tocuila centro, s/n,, Calle 16 de Septiembre, San Miguel Tocuila, 56208 Texcoco, Méx.