Las sonrisas callejeras tienen implicaciones mucho más importantes de lo que te imaginas. Mientras estás en la calle, haciendo tu vida cotidiana, regalar sonrisas conlleva beneficios psicosociales que no cuestan nada y en cambio abonan a la calidad de vida colectiva.
Investigadores de la Universidad Purdue realizaron un experimento para medir los efectos que una sonrisa tiene en alguien desconocido. Para ello examinaron las reacciones de 239 estudiantes, contrastando las reacciones entre personas que recibieron sonrisas por parte de desconocidos y otros quienes simplemente fueron ignorados.
Posteriormente se analizaron los efectos registrados en los participantes, y confirmaron que “la conexión” social y el sentido de pertenencia que experimentaron los que recibieron sonrisas desconocidas fueron significativamente más altos que entre los que fueron ignorados.
Más allá de estos beneficios “intuibles”, al parecer existe una relación entre el sentimiento de pertenencia y el sistema inmunológico. Las personas que reciben más gestos empáticos, entre los cuales una sonrisa aleatoria es de los más representativos, traducen esto en un reforzamiento de sus sistemas inmunológicos.
En pocas palabras, al sonreír en la calle a extraños como un gesto para honrar la convivencia (y co-existencia), no sólo estás facilitando una cohesión social sino que incluso podrías estar beneficiando la salud física de aquellos que te rodean –y propiciando que ellos, a su vez, incurran en la misma práctica.
Además, si tomamos en cuenta que la ida en las grandes ciudades es, con frecuencia, un tanto estresante e inclusive pueden llegar a experimentarse como sitios hostiles, con más razón el regalar sonrisas en la calle se torna una labor loable y colectivamente benéfica.
Y tú, ¿ya le sonreíste hoy a un desconocido?
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