La leyenda azteca del Jaguar y el Tlacuache, un mágico mito prometéico

Este mito demuestra la inteligencia, hazañas y artilugios del tlacuache.

 

Los mitos del tlacuache, del gran Alfredo López Austin, es un fascinante libro de 2006  donde se describen y estudian las peripecias del tlacuache en varios mitos mesoamericanos. Sin duda, una de las narraciones más fascinantes es la que describe al tlacuache como una especie de Prometeo prehispánico, que entrega el fuego a los hombres. Puedes leer el mito aquí.

En dicho libro, y en la mitología prehispánica en general, el tlacuache aparece en los mitos robándose el maíz para darlo a los pueblos; borracho creando ríos y en algunos códices como el Dresde y el Vaticano, lo relacionan con el juego de pelota, con el cruce de caminos, a la decapitación, a las ceremonias del año nuevo, a la luna y al pulque.

 

 

Al tlacuache se le conoce como “el gran engañador” al hacerse el muerto frente al peligro, asociándolo a los mitos de reencarnación, ya que muere y tiene el poder de revivir cuando el peligro pasa.

De tal manera, dentro de la tradición mesoamericana, este maravilloso personaje ocupa un lugar privilegiado en el lugar de la creación donde convergen las fuerzas del cosmos. Este personaje aparece como el astuto ladrón el que enfrenta el poder de los jaguares, el sabio, además de borracho y parrandero. Esta ocasión te dejamos el precioso mito del jaguar y el tlacuache.

 

 

Un día un tlacuache pasó frente al Jaguar que se encontraba descansando pasivo. De pronto, el jaguar se levantó exaltad, miro al tlacuache, y lo correteó. El tlacuache pudo escapar al principio pero pronto fue alcanzado. Lo atrapó con sus poderosas garras delanteras y su hocico. Y aunque el animalito le suplicaba que lo dejara en libertad, éste parecía divertido jugando al cazador.

De pronto el tlacuache le dijo al Jaguar:

 – Por favor, déjame libre, yo sólo pasaba por aquí, no haré ningún daño.

–Eso ya lo sé –respondió el jaguar.

 

 

–Entonces ¿para qué me atrapaste?– preguntó el tlacuache desconcertado

–Por diversión.

–Para mí no es divertido –replicó el tlacuache– me estás lastimando.

–Cazar es un deporte estimulante. Además, tengo que ejercitarme para estar siempre fuerte, y ágil, como buen cazador.

– ¿Te satisface hacer eso?

–Si, además, es muy divertido –dijo arrogante el jaguar.

 

 

El Jaguar estuvo mucho tiempo rato jugando con su prisionero, el tlacuache. Lo soltaba y cuando el pobre animal intentaba escapar, el jaguar se lanzaba otra vez sobre él, demostrando que era inferior en fuerza y tamaño. Muchas veces, el jaguar engañó al tlacuache, y después de varios intentos de escapar, se dio cuenta de que el jaguar gozaba viendo su sufrimiento.

Así que el tlacuache pensó: “Si no puedo vencerlo físicamente, ya que es más grande y más hábil que yo, tendré que ser más inteligente. Ya vi que no me quiere matar, sólo quiere divertirse viéndome sufrir. Voy a quedarme quieto, no voy a caer nuevamente en su juego”.

 

 

Pensó el tlacuache: “Cuando se duerma, correré y me alejaré lo más que pueda”. Así que contuvo la respiración, y tratando de vencer el dolor, el tlacuache, fingió que había muerto. Se dejó caer, cerró los ojos, sacó la lengua y se puso tieso.

El jaguar esperó en vano a que se moviera el animalito. Lo sacudió con fuerza, pero él, haciendo un gran esfuerzo, luchó por su vida quedándose quieto, soportando en silencio el dolor y venciendo el terror que le provocaba sentir los filosos comillos del jaguar sobre su lomo lastimado.

 

 

El silencio y la falta de movimiento aburrieron al jaguar y poco a poco se fue quedando dormido. Cuando el tlacuache estuvo seguro de que el jaguar dormía, abrió poco a poco los ojos, buscando en la oscuridad de la noche algún refugio para escapar, y sólo cuando tuvo todos sus movimientos calculados, se fue desplazando, despacio, suavemente, hasta llevarle cierta ventaja en distancia al jaguar y entonces, echó a correr con todas las fuerzas de su ser, salvando así su vida.

Cuando el jaguar despertó, el tlacuache ya estaba bastante lejos dirigiéndose por la selva. Era imposible atraparlo.Dentro del patrimonio cultural que tiene el INAH en resguardo en el Palacio de Cortés, se encuentra la colección Leof-Vinot; y entre las muchas piezas mesoamericanas que la conforman sobresale una magnifica figurilla zoomorfa magistralmente tallada en sílex blanco que representa a un tlacuache. No dejes de ver la ofrenda hecha a este precioso, inteligente y curioso animal.

Con información de Koat-chiz