El ámbar chiapaneco es una joya prehispánica para el mundo.
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En la época prehispánica el ámbar fue un producto mineral para la elaboración de ornamentos. Es una gema de origen orgánico, producto de la fosilización de una resina vegetal ocurrida durante más de veinte millones de años en las tierras altas del norte de Chiapas.
De acuerdo con las evidencias arqueológicas, la pieza de ámbar más antigua procede del sitio olmeca de La Venta y está fechada hacía 700 a.C. Sin embargo, es durante el periodo Posclásico (900-1521 d.C.) cuando se observa una distribución más extensa del uso de esta resina fósil en Mesoamérica, que abarca desde el Centro de México hasta la península de Yucatán y las tierras altas de Guatemala.
El ámbar tiene sus únicos yacimientos conocidos en Mesoamérica, particularmente en las tierras altas del norte y centro de Chiapas. Aunque hay yacimientos en otras partes del mundo, el ámbar de Chiapas presenta características especiales.
En su estado natural aparece en forma de nódulos de color amarillo, rojizo o dorado. Se ha determinado que su origen paleobotánico fue la resina de una leguminosa del género Hymenaea, ancestro del árbol conocido localmente como guapiñol.
Entre españoles se llama reuma la hay en la América. El ámbar chiapaneco es una gema de gran valor, por el arduo trabajo que se requiere para extraerlo, la antigüedad de su formación, la variedad de sus colores y sobre todo la dedicación, lo artesanal y belleza con que son realizadas las piezas de joyería y arte.
Para que una resina se transforme en ámbar, se necesita que sea una cubierta rápidamente por la vegetación y el suelo, resiste a la descomposición producida por el sol, la lluvia, el aire, las temperaturas extremas y los microorganismos. Después de millones de años, la resina se endurece y los aceites esenciales se reducen, y se convierte en ámbar.
Los yacimientos explotados en la actualidad se localizan en zonas de barrancas que se deslavan periódicamente con las lluvias, con lo cual quedan expuestos los estratos ambaríferos. Especialmente famosa por su producción es la región de Huitiupan-Simojovel, en las montañas del norte de Chiapas.
Otra fuente importante se localiza en Totolapa, en el descenso hacia la Depresión Central, y se han reportado más yacimientos en Ostuacán y Mal Paso, hacia el occidente. Hoy en día los amuletos de ámbar se siguen utilizando en forma tradicional entre diversos grupos indígenas de la región para proteger a los niños contra el “mal de ojo”, aunque durante la época colonial su función primordial era la confección de rosarios.
Simojovel, municipio del estado mexicano de Chiapas, cuenta con un yacimiento con edad geológica de 25 a 30 millones de años que resguarda este ámbar, gema conocida por los lugareños como “apozonalli”, que significa “burbujas de agua”.
El pueblo mágico de Simojovel se encuentra ubicado en el norte de Chiapas, con una extensión territorial de 446 mil 99 kilómetros cuadrados, y el 80 por ciento de su población de 44 mil 297 habitantes habla la lengua tzotzil, zoque y tzeltal.
En pleno siglo XXI, la extracción de esta gema se realiza de forma artesanal; los picos, palos, martillo y cincel son las herramientas que utilizan para iniciar la aventura de minero, con el descubrimiento de los yacimiento a través de la localización de capas de carbón de piedra en la ladera de la montaña, seguidas por la excavación.
Los mineros trabajan hasta 400 metros adentro de la mina con una altura de un metro o hasta dos metros. Muchas veces realizan su labor en cuclillas, hincados o acostados donde el oxígeno es muy reducido. A pesar de los riesgos, hombres, jóvenes y niños se aventuran en busca de la buena fortuna.
Luego de la extracción pasan a las fases de raspado, lijado y pulido, que dan forma a bellas piezas de joyería montadas en plata, oro y madera, además de esculturas. Los trabajos se han realizado desde tiempos prehispánicos de manera artesanal, conservándose hasta hoy en día esta tradición.
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