La grandiosa leyenda tlaxcalteca del volcán Matlalcueyetl

Matlalcueyetl es también una montaña situada en un increíble ecoparque.

 

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La corona de Tlaxcala es el volcán Matlalcuéyetl, también conocido como La Malinche. En el estado más pequeño de México anida al Parque Nacional La Malinche, declarado así en 1938 por resguardar a una gran variedad de especies animales, y por supuesto, por ser sede del volcán del mismo nombre, quien, por cierto, guarda un error histórico.

 Originalmente, los tlaxcaltecas, llamaban a la montaña, “Matlalcueitl”, que proviene de los términos “cueitl” falda y “matlaltic” azul; este es el nombre de la diosa, y la montaña porque son una. El español del siglo XVI hizo que los cronistas cometieran un error común, cambiando el nombre a “Matlalcueyetl”, cambiando totalmente el sentido de la palabra, pues en náhuatl, cueyetl” significa “rana” y “matlaltic” azul, teniendo entonces, “Rana azul”; este error, por cierto, prevalece en el himno del estado.

 

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Cuenta uno de sus mitos fundacionales, que los ancestros notaron que cada tarde una parvada volaba hacia Matlalcueitl, indicándoles que ahí había agua; al subir, encontraron los manantiales que, desde ese entonces, pertenecen a los yumhu. Esto ocurrió, de dice, un de junio, un día de San Juan.

La de las faldas azules, es un volcán sísmicamente activo, que se eleva sobre el nivel del mar, 4 mil 420 metros; y que da hogar a la comunidad de Ixtenco. Los otomíes ixtencos, los yumhu, mantienen, todavía hoy, una relación estrecha con la diosa.

 

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Existe una gran conciencia de las bondades que la montaña ofrece, la gigante, funciona como un gran depósito de agua que da vida a sus alrededores, de ella emana el agua en tres manantiales que abastecen a la comunidad, quien depende ella.

Su agricultura (maíz, cebada), la cría de ganado lechero y toros de lidia, incluso el diseño de artesanías y tejidos vienen y se inspiran en ella. Las tejedoras de las blusas de pepenado (una técnica textil del área), elaboran en sus diseños la flora y la fauna de la Señora, la que les da sustento.

 

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Los conceptos de mujer, montaña, agua y serpiente han acompañado a los yumhu desde siempre, incluso resistieron a la Santa Inquisición, que intentó censurar el culto a la montaña en 1665. Juan Mixcoatl (Xuá Pozu Gui), fue llevado al tribunal por subir a una cueva donde había un brote agua, cargando consigo velas y lienzos pintados, se cree que con deidades del agua.

Fue Matlacueye (una india con indezuelas adorándole) y Mixcoatl-Camaxtle (indio con báculo); así como las cuatro diosas del monte: Xochiquetzal, Mayahuel, Matlalcueye (cuatro serpientes pequeñas) y el dios del monte Milnauatl (una serpiente grande). Juan fue declarado culpable por afirmar que los dioses de la montaña proveían a los pobladores de Ixtenco y Huamantla.

 

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Aún cuando el 24 de junio sea día de San Juan, la gran diosa recibe en cariño y el respeto de los lugareños; ese día se celebra una procesión nocturna que no hace más que confirmar los conceptos de lo femenino: noche, agua, luna.

Normalmente el día de la procesión llueve, lo cual se considera una aprobación de San Juan hacia los fieles. Llevando el santo a cuestas, se visitan las milpas de los cuatro rumbos, representando el deseo de que exista el agua necesaria para el cultivo. Los fieles creen que mientras el santo patrono mantenga su dedo arriba, habrá lluvia, pero el día que lo baje, vendrá una gran sequía.

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