Café del Progreso, un punto de reunión para la clase media de la Ciudad de México, que conformó redes sociales.
Autor: Nuevo Adicto.
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Uno de los sitios más concurridos y famosos de toda la Ciudad de México para 1846 fue el Café del Progreso, lugar en el que charlaban, bebían, fumaban y jugaban billar o domino la clase media de la ciudad.
Ubicado en la calle del Coliseo, su historia comienza con Veroli, hombre de origen italiano, que se rumoraba, vendía los mejores helados de la ciudad, pues, no estaban tan cargados de azúcar y la nieve que utilizaba no era áspera. En aquellos días, el local llevaba su nombre “Café Veroli” y gozaba de buena fama y clientela.
#DeViajeConHumboldtMX ¡Muchas gracias por sus recomendaciones! Reservé una mesa en el Café "Veroli". Espero que la música de los #mariachis le guste a @MontufarLCarlos. Lo vamos a sorprender con una pequeña serenata. Estoy muy entusiasmado y emocionado por la velada.🎻 #CAH pic.twitter.com/GebUjrWLuE
— Alexander von Humboldt (@vHumboldtAlex) November 2, 2019
Al poco tiempo, el italiano junto un gran caudal, vendió el establecimiento y se regresó a su tierra. El nuevo dueño modificó el lugar, colocó un tejado de cristal sobre el patio, revistió de madera las viejas columnas que sostenía un corredor cuadrado, puso un gran estante al fondo en el que se podía observar una infinidad de botellas, reparó el mármol, contrató meseras (toda una novedad en ese tiempo) y cambió su nombre por el Café del Progreso.
#CafésDelSigloXIX
— Km Cero (@kmcerorevista) October 20, 2020
Para inicios de la cuarta década del siglo XIX el Café Veroli pasó a conocerse como Café del Progreso. Para 1875, otro nuevo propietario agregó un inédito atractivo en nuestro país: el servicio de meseras#KMCeroOctubre https://t.co/ZXMGtXtAow pic.twitter.com/umrfgw2UFA
La hora más concurrida del café era de seis de la tarde a diez de la noche. En uno de sus salones se jugaban partidas de billar. Se dice que una vez, en uno de los encuentros, dos hábiles jugadores no soltaron los tacos hasta llegar a las mil rayas, en dicho juego, las apuestas fueron millonarias, los espectadores se mantenían en total silencio y solo las miradas podían reflejar lo emocionante de la partida.
La historia del plástico se remonta a la era del billar, que conocemos más como "pool". Durante muchas décadas, desde mediados del siglo XIX, el billar fue sumamente popular, para 1920 había cientos de salones de billar en cada ciudad de USA, con decenas de mesas cada uno. pic.twitter.com/i0ISGs0P0d
— La loca del taper ⬇️♻️🌎✡️ (@lalocadeltaper) January 6, 2021
En otro salón, sobre las mesas de mármol la gran mayoría los asistentes disfrutaban de un buen juego de domino, que, al contrario del billar, era ruidoso y alegre, se podían escuchar los gritos de los espectadores, que, al ver una buena jugada estallaban en risas y frases picarescas.
Al fondo del salón del dominó, se podía observar un grupo diferente, que no jugaba, pero le encantaba fumar y beber, se dice que cualquiera que llegara a la mesa era bien recibido y podía enterarse de los mejores chismes de la ciudad, desde los gastos que hacían los ministros de la nación, hasta las aventuras amorosas de las señoritas que iban a misa de nueve en la Iglesia de San Juan de la Penitencia.
#CafésDelSigloXIX
— Km Cero (@kmcerorevista) October 19, 2020
En el Café El Progreso se atendía a sus parroquianos bajo el rótulo de Café Veroli. En su menú ofrecían el llamado café de tres cuartos, es decir, una taza humeante hecha de la misma cantidad de canela, cacao y azúcar.#KMCeroOctubre https://t.co/ZXMGtXLbN6 pic.twitter.com/jUPmFG4m4u
Sin duda el Café del Progreso fue un punto de reunión para la clase media de la Ciudad de México, que reforzó y creo redes sociales entre sus asistentes, pero que fue perdiendo su popularidad con la llegada de cafés más modernos.
Café "La Concordia"
— Mercedes Díaz (@mechediazortega) June 2, 2019
El café más elegante del Siglo XIX a pesar de no tener fecha de inauguración ya funcionaba en 1868.
La casa de 3 pisos propiedad de Aldo Omari, que se levantaba apabullante frente al templo de la Profesa, ubicado en Isabel la Católica (San José del Real)⬇️ pic.twitter.com/IIa98iWuZT
Fuente: Campos, Marco Antonio, Fue en Aquella Ciudad de México. Episodios y Crónicas del Siglo XIX, México, UNAM, 2011, pp. 410