La historia oculta de Maximiliano de Habsburgo y el imposible imperio francés

El lema “Equidad en la justicia” le costó todo al gran Maximiliano de Habsburgo.

 

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Después de la fallida intervención, un grupo de conservadores mexicanos ofreció la corona imperial de México al archiduque austriaco Fernando Maximiliano de Habsburgo, que aceptó el 3 de octubre de 1863 confiado del apoyo de la corona francesa, del mismo Napoleón III.

La Independencia había dejado algunos pendientes en el tintero nacional que fueron escritos en batallas, el republicanismo de Juárez y un conservadurismo que había empujado al presidente zapoteco al norte del país para establecer una monarquía constitucional.

 

 

Nacido como hijo segundo el 6 de julio de 1832, Maximiliano había crecido bajo la sombra de su hermano Francisco José, soberano del poderoso imperio austrohúngaro, hasta que Napoleón III en sus intentos de tomar México le ofreció el lugar que siempre había deseado.

Maximiliano fue el hijo favorito de Sofía de Baviera, se dice que por ser fruto de la relación que la archiduquesa tuvo con el hijo de Napoleón Bonaparte, pero no lo era así para el resto de la corona que le consideraba despilfarrador por su amor al arte, las ciencias y el mar.

 

 

El archiduque se casó con Carlota de Bélgica, cuya dote le permitió pagar algunas deudas y asegurar su sucesión. La pareja contrajo nupcias en abril de 1864 para dos meses después arribar a la tierra donde establecerían la paz y los valores europeos, México.

En aquellos días México no contaba con las finanzas para establecer un imperio a la altura esperada así que Maximiliano dependía de la benevolencia de la corona francesa, por otro lado, sólo contaba con los conservadores y una parte de ejército

 

 

Apoyado por Carlota, el recién llegado emperador bajo el lema “Equidad en la justicia”, reformó las leyes agrarias, redujo la jornada laboral a diez horas, anuló la deuda de peones y jornaleros y prohibió los castigos corporales. Los conservadores se arrepintieron casi de inmediato.

Además de promover la tolerancia a los cultos, la publicación de las leyes en náhuatl y la devolución de las tierras a los pueblos originarios, Maximiliano impulsó la construcción del ferrocarril Veracruz – CDMX y claro la ¡Calzada de los Emperadores!, hoy Reforma.

 

 

Ni así el austrohúngaro se ganó la simpatía de sus súbditos, y habiendo perdido a conservadores y a la iglesia católica, sus días estaban contados. Sobre todo, después de que el presidente estadounidense Andrew Johnson, le hiciera frente a Napoleón III, quien retiró sus tropas.

El mismo Johnson reconoció a la Junta Insurreccional de Benito Juárez como el único gobierno legal de México, reuniendo tropas en la frontera y planeando la intervención militar. Ante el desafortunado panorama, Maximiliano empacó para salir a Trieste en 1866.

 

 

Retenido por la dignidad, Carlota partió sola a Francia y luego a Roma donde recibiría negativas y mostraría por primera vez algunos síntomas de su mala salud mental. Detenido en Querétaro con los generales Miramón y Mejía, fue condenado con ellos a perder la vida.

El 19 de junio de 1867 en el cerro de las Campanas, fueron ejecutado el segundo intento de imperialismo mexicano o eso dijo Juárez quien publicó un escueto edicto que decía que “el Archiduque Fernando Maximiliano José de Austria había sido hecho justo por las armas”.

 

 

La historia revela siempre la verdad

 

Los años y los apasionados por la historia y la verdad, han revelado que el archiduque no cerró sus ojos en estas tierras. Se sabría años después que en El Salvador vivía un hombre muy culto y elegante llamado Justo de Armas.

Don Justo, conocido por la alta sociedad salvadoreña nunca habló de su pasado y aseguraba ser el único superviviente de un gran naufragio, desde 1870 fue asesor de todos los presidentes de El Salvador, se encargó del protocolo de la cancillería y organizaba los banquetes diplomáticos.

 

 

Ferdinand Maximilian Joseph María von Habsburg-Lothringen, Maximiliano I de México, a.k.a Justo de Armas, falleció en 1936 a la edad de 104 años por haberle sido perdonada la vida por Benito Juárez, su hermano en la masonería.

Aquí puedes leer una emotiva carta que el poeta y dramaturgo Victor Hugo le escribió a Juárez pidiendo que no fuera cortada la cabeza de Maximiliano.

 

 

Foto destacada: Wikipedia