Foto destacada: Yashaswi Karthik
Tenochtitlán fue un cultura que hizo grandes piezas arquitectónicas con diseños fascinantes.
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En el centro del Valle de México, a más o menos 2,200 metros de altitud, se ubicaba el lugar que fungiría como el territorio ideal para edificar la capital en 1325. Este valle destacaba, como es bien sabido, por el sistema lacustre que lo rodeaba. Los cinco lagos de Xochimilco, Chalco, Texcoco, Zumpango y Xaltocan constituían 2000 kilómetros cuadrados.
Una de las grandes proezas de los mexicas, el pueblo que levantó las primeras piedras para construir la CDMX fue precisamente lograr magnánimas edificaciones sobre agua y lodo, pero ¿cómo le hicieron?
Además de la proeza ingenieril, la traza urbana que impresionó por su belleza y desarrollo a los españoles hizo de la gran Tenochtitlán una de la más grandes y poderosas ciudades de la antigüedad, un excelso ejemplo de arquitectura con muchas lecciones, aquí las tres principales.
Traza urbana de Tenochtitlán
Es conocida la leyenda por al cual los mexicas decidieron instalarse en la cuenca de México, aquella señal de Huitzilopochtli que hoy viste nuestra bandera nacional, la cual se crea o no, definitivamente indica la siempre importante consideración cosmológica en la vida de los mexicas, hasta en su traza urbana.
El templo de Huitzilopochtli fue el centro de su urbe, el punto desde el cual se construiría todo, razón por la que desde ahí se dividió el terreno en 4 secciones separadas por calzadas orientadas hacia los 4 rumbos del universo.
Las cuatro secciones se llamaban Moyotlan, Teopan, Atzacoalco y Cuepopan; las calzadas siguen existiendo, pero nosotros las conocemos como grandes ejes, hacia el oeste, San Cosme; hacia el norte, Calzada de Guadalupe y hacia el sur, San Antonio Abad.
La traza urbana en esos días no sólo se hizo para cubrir las necesidades de un asentamiento urbano, Tenochtitlan fue trazada con un profundo sentido cosmológico que dio consistencia a todo su diseño, y esa es la gran lección: una ciudad como un todo, un organismo vivo conectado con el universo.
Sistema de cimentación en Teotihuacán
Naturalmente, conforme pasaron los años la ciudad creció así que los mexicas tuvieron que enfrentarse a la cimentación fuera del islote principal, área pantanosa que los separaba de tierra firme y que se llenaba de agua en época de lluvias.
Lo solucionaron con un sistema de enormes estacas que enterraron en el suelo rodeadas por una capa de tezontle, esa maravillosa piedra porosa y ligera, que sirvió de cementante. Las estacas sirvieron para anclar los edificios y construir pasos elevados de hasta 14 metros sobre el agua ¿la lección? Que en la arquitectura y la ingeniería no hay imposibles.
Acueductos y chinampas
En Tenochtitlán el agua nunca faltó, sobraba, así que tuvieron que utilizar todo su ingenio para vivir con ella y transportar eficientemente la potable. Canales de irrigación, acueductos y un dique fueron construidos con los años conforme a las necesidades de la creciente urbe.
Los acueductos llevaban el agua de los manantiales a las fuentes públicas y embalses, puntos donde la población podía tomar agua con ayuda de jarras de barro. Los canales de irrigación llegaban hasta los campos y las chinampas otra maravilla de la construcción mexica.
Las chinampas eran pequeñas islas artificiales que se creaban tejiendo palos sobre los cuales se apilaban juncos y hierbas que soportaban el fango sobre el que se podía sembrar. Gracias a las chinampas, los mexicas lograban cultivar a mayor velocidad y cantidad, haciendo de Tenochtitlán una ciudad autosustentable.
Hoy esta es la lección más importante que nos deja la antigua Tenochtitlán, el cuidado del agua. Todo el poder de un imperio o de una gran ciudad pueden verse comprometidos si el agua, contrario a lo que sucedía en aquellos días, hoy debemos cuidar lo opuesto, su escasez.