Hasta hoy, la Virgen de Guadalupe sigue despertando una fascinación en los mexicanos y extranjeros. Cada año llegan a visitarla hasta 6 millones de peregrinos, que vienen de todos los rincones posibles del país, para darle gracias, pedirle favores o simplemente venerarla.
En su peregrinaje, muchos recorren cientos de kilómetros de rodillas o a pie. Sus devotos van cargando imágenes y alusiones que los viste inusualmente. El fervor de estos peregrinos es admirable, y en su tránsito cargado de emociones, y sobre todo de una increíble determinación, su presencia produce una cierta empatía; una identificación humana a sus esfuerzos espirituales.
Alinka Echevarría (1981), de herencia mexico-británica, ha documentado el peregrinar de estas personas, pero los ha descontextualizado mostrándonos únicamente las siluetas de cada individuo en su propia atmósfera. Así, de espaldas, los espectadores contemplamos en su magnificencia la presencia de cada uno, y es casi imposible no imaginar su historia personal y sus más profundas búsquedas que cargan junto a sus alusiones guadalupanas, la serie se llama “Camino al Tepeyac”.
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