Felicitas Sánchez, la escalofriante historia de la ogresa de la colonia Roma

Foto destacada: Wikipedia

Felicitas Sánchez, también llamada “trituradora de angelitos”, es una de las personas más despiadadas de la historia de México.

 

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Antes de la “mataviejitas” estaba la popularmente conocida como “la Ogresa de la colonia Roma”, “la Trituradora de angelitos”, “Descuartizadora de la Colonia Roma” o “la Espanta-cigüeñas”.

Felicitas Sánchez Aguillón fue responsable de un número indeterminado de infanticidios en la Colonia Roma de la Ciudad de México, donde vivía en un edificio departamental. Fue una asesina organizada, hedonista y sedentaria que se graduó como enfermera, ejerció como partera, abortera y tenía un negocio de tráfico de infantes.

 

Agenda del crimen

 

Felícitas Sánchez nació a finales del XIX en una zona rural del estado de Veracruz, poblado de Cerro Azul. Tuvo una relación tormentosa con su madre que desencadenaría la psicopatología de su modus operandi: rechazo patológico hacia la maternidad y todo lo relacionado con ésta. Desde pequeña tuvo un comportamiento perverso, que se expresaba envenenado a perros y gatos callejeros.

A principios del siglo XX, Felícitas se gradúa de enfermería y comienza a trabajar como partera. Contrae matrimonio con un hombre codependiente y sumiso. Sánchez, se dice, era una mujer obesa, de pocos modales, misántropa y de carácter muy fuerte: “Parece bruja, con los ojos saltones, gorda, fea, más bien repugnante…” (Periódico La Prensa, 1941).​

 

Enciclopedia de Asesinos

 

De su primer matrimonio nacieron gemelas y Felícitas decide venderlas y tras la separación por el año de 1910, emigra hacia la capital y se asienta en calle Salamanca No. 9 en la Roma  donde atiende partos y muchas otras cosas. Los vecinos se dieron cuenta que las cañerías del edificio se tapaban con frecuencia y del departamento salía un extraño humo negro de olor muy desagradable.

Felícitas practicaba abortos clandestinos y tráfico de menores. Empezó a vender a los niños recién nacidos que sobrevivían, pronto empezó a traficar también con niños que compraba de madres que por una u otra razón le vendían a sus hijos, bajo la promesa de que los colocaría en una “buena” casa.

 

Agenda del crimen

 

Durante la década de 1910, todavía en el período del México porfirista, Sánchez fue detenida en por lo menos 2 ocasiones por tratar de vender a un bebé; la mujer salió libre tras pagar una simple multa. Pero los niños que no lograba vender terminaban muertos sin mencionar que muchos infantes perecieron bajo su cuidado.

Felícitas abrió una miscelánea  y clínica clandestina en la calle Guadalajara No. 69, en la Ciudad de México, a la cual llamó “La Quebrada”. Los cómplices de “la Ogresa” relataron que solía parodiar los cuidados maternales, los bañaba con agua helada, los dormía en el piso y a veces los alimentaba con carne o leche podrida.

 

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El 8 de abril de 1941, la alcantarilla del edificio de Salamanca donde vivía Felícitas se tapó. Los albañiles levantaron el piso para poder acceder a la cloaca, y en la alcantarilla había carne, gasas y algodones ensangrentados, que despedían un olor insoportable y un cráneo humano.

Las autoridades llamaron a la puerta Felícitas y cuando entraron al cuarto había un altar con velas, agujas, ropa de bebé, un cráneo humano y una gran cantidad de fotografías de niños. Ese mismo día se catea la miscélanea “La Quebrada”, Felícitas no se encontraba ahí, se había dado a la fuga. La investigación cayó en manos del detective José Acosta Suárez, este hombre en 1942 también atraparía a Gregorio Cárdenas otro asesino en serie mexicano.

 

El Juicio y su libertad

 

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Desde su detención fue recluida en prisión y aislada a causa del peligro que representaba para ella el contacto con la población general del reclusorio. Durante todo ese tiempo vivió en una regresión donde se comportaba como una niña pequeña, lloraba todo el día, sólo pronunciaba monosílabos y una repetitiva frase que en ocasiones llegaba a gritar. Incluso tuvo berrinches, se tiraba al piso, pataleaba, gritaba y era necesario arrastrarla para trasladarla de un lugar a otro.

Aunque la fiscalía tenía muchas pruebas que conectaban a Felícitas con los cargos y los restos encontrados, inexplicablemente desaparecieron. Sánchez Aguillón fue procesada, el 26 de abril de 1941, solo por los cargos de aborto, inhumación ilegal de restos humanos, delitos contra la salud pública y responsabilidad clínica y médica; ninguno de estos crímenes era considerado como grave por lo que la mujer alcanzaba fianza.

 

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Incluso, la fiscalía tenía los testimonios del plomero y del amante, pero el juez que llevaba el caso abdicó, (se cree fue amenazado o sobornado para hacerlo), lo cual facilitó la salida de Sánchez antes de que la fiscalía pudiera apelar el fallo. Su exesposo, Carlos Conde, pese a que ya no sostenía una relación sentimental con Felícitas, fue quien pagó la fianza que ascendía a $600.00 pesos de aquella época. En junio de 1941 salió libre luego de 3 meses de arresto.

La amenaza del abogado a la fiscalía fue que se revelaría una gran lista de clientes. En aquella lista estaban figuras de la política… El 16 de junio de 1941, se suicidó con una sobredosis de Nembutal, durante la madrugada en la casa que compartía con su concubino mientras este dormía. Dejó tres cartas póstumas: una dirigida a su exabogado, otra a su actual abogado y una última a su pareja.