El Salón Bach tiene su historia. Quizás no en la monografía del Centro Histórico pero sí entre los fieles conocedores de cantinas antiguas de la ciudad.
Data a 1901 cuando abrió sus puertas por primera vez, en aquel entonces era un recinto modesto y elegante, una de las cúpulas que engendraron las mejores juergas de personajes como Agustin Lara y José Alfredo Jiménez. Su atractivo visual está sin duda en su arquitectura, una mixtura de diseño colonial clásico y la frescura del estilo lounge que le dan sus sillones multicolores. Las luces tenues son un elemento importante, ideal para tomarse unos tragos suaves con tu pareja o una reunión tranquila con amigos. Es precisamente el juego de luminiscencia, en su mayoría rojiza lo que le da, quizás, ese aroma de misterio que nos induce a pensar en las historias fantasmales que se cuentan entre sus mesas.
Es bien conocida ya la historia de un trovador famoso que murió asesinado aquí en los años 30 por ligarse a la chica equivocada. De los detalles de la muerte de este compositor, Guty Cárdenas, no se sabe mucho, pero muy seguramente fue el origen de una y más historias sobre espectros que merodean a los embriagados en la barra. Pero mientras averiguamos si las leyendas son ciertas o no, podemos enfiestar suave con un consumo decente de $200 pesos. En este salón se sirven las cubas, los whiskys pegadores y las cervezas clásicas mexas.
Su remodelación en 2012 fue lo que atrajo a los nuevos consumidores en su mayoría jóvenes. El Salón Bach, que había estado cerrado por casi 70 años es ahora una mezcla cultural fascinante. Hay noches de jazz pero también de Djs y hasta de conciertos, te encuentras de casi todo tipo de música; se puede bailar, por supuesto, y los asientos son muy íntimos ideales para una buena charla.
El Salón Bach es un claro ejemplo de una cantina que ha sabido superar una época, que ha sabido renacer de las cenizas del siglo XX y hacerlo con estilo.
Bolivar 17, Centro Histórico, DF
Viernes y Sábado de 20:00 a 2:00 hrs.
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