Xochimilco y sus laberintos acuosos están llenos de leyendas místicas y un tanto tétricas que comprenden historias sobre espíritus ahogados en sus profundos canales.
Entre toda esa flora exótica y belleza natural que alberga esta importante zona turística del sur de la capital, encontramos una pequeña isla surrealista, y debe llamarse así porque entre sus árboles y malezas se encuentran cerca de 3,500 muñecas que, deterioradas por la humedad, la suciedad y el tiempo, han sido deformadas a manera que este gran peñasco olvidado figura una gran obra de arte siniestra.
Pero las muñecas no fueron puestas ahí específicamente para atraer el turismo. Los habitantes aledaños aseguran que este es un lugar encantado y con mucha energía poderosa; allá por el año de 1950, Julián Santana, agricultor y limpiador de los canales de la zona, comenzó a colocar minuciosamente cada uno de los juguetes, afirmando que esto ahuyentaba al espíritu de una joven que fue encontrada ahogada cerca de su hogar.
Con el tiempo Don Julián se percató de que las muñecas tenían energía propia: las escuchaba hablar, reír y llorar entre sus pensamientos, y pensó que tal vez el espíritu de aquellos que morían ahogados entre los nebulosos canales estaban poseyendo dichas efigies.
Las figuras por sí solas son amenazantes, algunas no tienen ojos o parecen haber sido quemadas, otras, ahorcadas, clavas y amarradas, se miran inquietas esperando a que alguien o algo las provoque para despertar una maldición. Don Julián reunió a todas las muñecas que hallaba y convirtió su hogar en una especie de culto lúgubre a cada uno de esos espíritus.
Un sinfín de leyendas urbanas se desataron luego de la muerte de Don Julián, que apareció ahogado frente a su isla. Hoy en día se cuentan historias sobre personas que se han atrevido a tocar las muñecas y han fallecido posteriormente a la visita, o que se encuentran en accidentes fatídicos si se han burlado de ellas.
Y claro, todas estas historias paranormales es lo que dan lugar a la atracción más alucinante de la isla, mucha gente añade figuras a la colección de efigies macabras, todas ellas con ese toque triste y a su vez desafiante, invitando a todos sus visitantes a arriesgarse a tocarlas y aventurarse a descubrir si es verdad o no, uno de los mitos más fascinantes de la Ciudad de México.
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