“Sin la cultura, y la relativa libertad que ella supone, la sociedad, por perfecta que sea, no es más que una jungla”. Albert Camus
El Pachuco fue delineado por Octavio Paz en el primer capítulo del “Laberinto de la Soledad”, de acuerdo a una percepción que el intelectual obtuvo mientras vivió en Los Ángeles en los años cincuenta.
La visión de Paz pudo haberse contaminado por una extrañeza que más bien se alejaba de la verdadera existencia-esencia del mexicano que crecía y sobrevivía en los Estados Unidos.
El escritor José Agustín en su libro “La Contracultura en México” reivindica al Pachuco, alejándolo del estereotipo común de aquel “rebelde caprichoso”, ya que se trata de un contraste contenido pero transparente y humilde, una identidad que en su conflicto muestra el dolor y la fuerza, la sensibilidad y la resistencia.
Según José Agustín el apelativo “Pachuco” deviene de un chico que era apodado así por haber nacido en Pachuca, quien llegó a los dos años de edad a la ciudad de Los Ángeles, lideró una pandilla que portaba el emblemático zoot suit y que eran muy revoltosos. Desde ahí se propagó el nombre para todos aquellos que usarían el mismo traje. Una vestimenta que tomaron de los jazzistas negros del bebop.
“El de los pachucos fue un fenómeno contracultural en varios aspectos: lo protagonizó gente joven y propuso un atuendo, caló, música y baile que lo identificaba. Repudió al sistema porque éste a su vez lo rechazaba, pero el nivel de conciencia de la rebelión era casi nulo y con gusto los pachucos se habrían integrados al sistema de haber podido.” Escribe José Agustín.
Otro de los movimientos que de alguna manera formaron un grupo contracultural fue el de los existencialistas mexicanos. Influidos por el existencialismo francés, leían a Sartre, Heidegger, Kierkegaard, Nietzsche y a Jaspers para entablar conversaciones y discusiones en torno al “espíritu desencantado” de la época.
“Oswaldo Díaz Ruanova llamó existencialistas mexicanos: Emilio Uranga, Jorge Portilla, Joaquín Sánchez Macgrégor, Antonio Gómez Robledo, Leopoldo Zea, Manuel Cabrera, Luis Villoro, y a otros alumnos de José Gaos.” Los anteriores realizaron sus propios bosquejos sobre la esencia del mexicano, también dentro de este grupo se incluye a José Revueltas.
Más tarde los existencialistas que ahora eran una generación más joven trasmutaban en beatniks. Las lecturas que habían creado la generación beat americana, de la generación vencida, se mezcló con aquellas de los existencialistas, creando un híbrido que se encarnaría en Sergio Mondragón, por ejemplo, quien con su esposa fundó la revista El Corno Emplumado.
Con Mondragón y su esposa Margaret Randall se juntaban Homero Aridjis y Juan Martínez, Carlos Coffeen Serpas, los nicaragüenses Ernesto Cardenal y Ernesto Mejía Sánchez. Eran ellos quienes publicaban las traducciones hechos de los beats, e incluían a los poetas latinoamericanos con la misma influencia.
Otros de los agregados eran los nadaístas y los tzantzicos de Ecuador. Solían reunirse en El Gato Rojo mientras Lamantia (Philip) tocaba el saxofón.
Este es un esbozo de uno de los primeros movimientos a contracultura que se reconocen en México. Una búsqueda, inconsciente o consciente, por derrocar al establishment surgen voces creativas que expresan, escriben, leen, influyen; que cantan, bailan, y se presentan para erigir otra lectura de lo que es la cultura. Y su fuerza es tanta que hasta opacan al a posible cultura reinante del momento.
Fuente: Agustín, José. (2004) La contracultura en México. La historia y el significado de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las bandas. Editorial Debosillo. México: Primera edición.
Leave a Reply