En la tradición plástica mexicana, un componente insoslayable es nuestra raíz indígena. Aunque es cierto que en ciertos periodos los artistas miraron casi exclusivamente a aquello que se hacía en las grandes capitales culturales de Occidente –París, Nueva York, en menor medida Londres y quizá alguna otra ciudad europea–, más o menos pronto en nuestro desarrollo artístico se descubrió y reconoció que es en el imaginario y, más aún, en la realidad de los llamados “pueblos originarios” donde se encuentra uno de los elementos más auténticos de nuestra posible identidad.
En parte, ese es el sello que dos jóvenes pintoras mexicanas han impreso en su obra: Natasha Kroupensky y Aline Herrera, pilares del colectivo Tlatoa. Estas dos pintoras coinciden en una reivindicación y reactualización del rico simbolismo nahuatleca que aún, más de quinientos años después de la Conquista, sobrevive en la forma en que en México vemos y experimentamos la realidad.
Tlatoa, de hecho, es un vocablo náhuatl que significa “aquel que lleva la palabra”, ese orador o portavoz que está encargado de entregar un mensaje. ¿Cuál? Según Herrera, “la historia y la cultura de nuestra gente”, que en el caso del colectivo utiliza el vehículo del arte. Nunca más un México sin nosotros es el nombre del retrato de una indígena anciana realizado por Herrera.
Kroupensky, por otro lado, ha incursionado en la elaboración de piezas a medio camino entre la escultura, la pintura y el arte-objeto, pero igualmente llevando a ellas los elementos que caracterizan la tradición indígena y, más importante, la traen al presente.
Cabe mencionar que a pesar de que su nombre suene extranjero, Kroupensky es netamente mexicana, descendiente de rusos que migraron luego de la Revolución Bolchevique para establecerse en nuestro país.
“El arte no se encuentra solo detrás de un cristal. Puedes ser parte de la experiencia, puedes sentirlo, puedes escucharlo”, dice Herrera al respecto de las obras que se realizan en el colectivo y, cabría decir, también de esa vena indudablemente nuestra que se encuentra en la historia viva de los pueblos indígenas.
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