En el Centro Histórico de la Ciudad de México, existe una calle especializada casi para cada cosa. Por ejemplo está la calle de las luces, la calle de las telas, la de la fotografía y la que cualquiera que se diga músico en la capital habrá recorrido alguna vez en su vida: la calle Bolívar, una de las arterias más importantes del Centro y un símbolo en el desarrollo musical de la ciudad.
Bolívar es considerada la calle especializada en venta de instrumentos más importante de América Latina y por supuesto de México. Cuenta con todo lo que un músico requiere en su formación (instrumentos musicales piezas de ellos, bafles, consolas, luces y más) ya que, sus más de cuarenta locales, ofrecen desde simples plumillas, hasta equipo profesional de producción.
En Bolívar encuentras talleres de reparación y restauración legendarios que han atendido a cientos de instrumentos con grandes historias. Uno de ellos es el local de la leyenda urbana de Mario Nava y su “Guitar Hospital”, quien fue también creador de La Pinga de Lora, la famosa guitarra de Alex Lora. Entre su clientela se ha visto a Molotov, Fobia, Moderato, El Haragán, La Gusana Ciega o Los Amantes de Lola y a Natalia Lafourcade.
Entre las tiendas más emblemáticas y ampliamente reconocidas que hay en esta vía se encuentran por ejemplo: Las famosas Casa Veerkamp, Repertorio Wagner y Casa Alvarez, que también son las más antiguas.
Una de las virtudes que vuelve tan pictórico este circuito musical, es que aquí dialogan armónicamente todos los géneros a través de sus representantes; puedes ver a un mariachi preguntando por una trompeta y también a un DJ probando una tornamesa. Pero lo que hace valiosa a la calle de Bolivar, como a muchas otras del Centro, es por supuesto su inefable culto a caminar; a vagabundear con el más puro espíritu musical dentro. Porque nadie se salva del viacrucis de recorrer tienda por tienda hasta encontrar lo que uno necesita –la calidad, el buen precio, la música–, como una grandiosa metáfora de concreto en que la mente demanda una necesidad musical y ésta se halla en la medida en que nos desarrollemos musicalmente. Así pues, el músico de la Ciudad de México comenzará buscando una guitarra y una plumilla y culminará, en otra ocasión, buscando un mejor amplificador o una serie de efectos pedal que pulirán su sonido auténtico.
La calle de Bolivar, entre otras cosas, representa simbólicamente el desarrollo musical de un vagabundo en busca de un sonido. La calle de la música, el corredor de los sueños, la meca del músico mexicano, la metáfora urbana del caminante músico y quizá también, la calle de las frustraciones —porque mas de uno se habrá quedado con las ganas de algo más—, cualquier adjetivo le va bien, a la que posiblemente sea la incubadora musical, de talentos potenciales más importante en la capital.
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