A finales del siglo XIX y principios del XX, la Ciudad de México gozaba de muchas atracciones públicas que, entre otras cosas, figuraban como un elemento esencial de los espacios públicos destinados a la comunidad.
Paseos dominicales y conciertos públicos en la Alameda, el teatro en sus modalidades públicas –las plazas centrales– y privadas –el Teatro de la Ciudad como el más emblemático–; la ópera, el hipódromo que entonces abarcaba un área de lo que hoy es la Condesa, la plaza de toros, el box y muy acentuadamente el circo y los shows de linterna mágica estereoscópica.
El arte circense
Con el circo sucedió algo muy peculiar. Se trata de una rama de espectáculos bastante antigua. Se le atribuyen las primeras muestras arquitectónicas circenses a los romanos, mientras que, como empresa de espectáculos, se hacía en China, Egipto y Grecia hace unos dos mil años. Se dice que, en sus orígenes, el objetivo primordial del circo fue el de “trasladar al ser humano a un mundo de fantasía donde todo era posible”.
En el México prehispánico hubieron algunas artes que bien podrían relacionarse con el circo. Una de ellas –la más primordial, pues se trata de una de las manifestaciones artísticas más antiguas concebidas por el hombre– fue la figura del acróbata. Encontramos en culturas como la Olmeca del preclásico medio, las curiosas estatuillas del “acróbata”, el xocuahpatollin o el arte de hacer malabares con los pies, los llamados matlanchines, que ejecutaban una danza acrobática compleja, según se dice, desafiando las leyes de la naturaleza y los llamados Voladores de Papantla como una manifestación ritualística de este fino arte.
La lista de artes performáticas de épocas prehispánicas es bastante rica. Y nos da una fugaz concepción de lo importante que era el rito para nuestra cultura milenaria, que a raíz de la danza y el teatro pudieron persistir y hacerse más fuertes con el sincretismo de la colonización.
En el siglo XIX el circo era un referente importante en la calles de la ciudad. La mayoría de espectáculos de fantasía tenían un costo elevado, sin embargo el circo siempre estuvo al margen de cualquier persona ignorando la clase social.
Los primeros circos en llegar a la ciudad lo hicieron a través del barco de vapor y con la llegada del ferrocarril. El Circo Treviño fue la primer gran empresa de espectáculos en ofrecer sus servicios hacía 1897. Le siguió el Circo Orrin, quien fue en realidad el que popularizó esta práctica gracias a su gran Circo-Teatro que ofreció números insólitos, como el clown británico del payaso más famoso de México, Richard Bell, alias Bellini.
El Circo Orrín llegó a ser uno de los mejores circos del mundo. Trasladado de Estados Unidos a la Ciudad de México y después a distintas ciudades de la República Mexicana y Sudamérica, el Orrín fue la primer empresa en hacer llegar el espectáculo circense a todos los lugares posibles, orquestando, de alguna manera inevitable, la vida y profesión de los nómadas del espectáculo.
En el circo se presentaban espectáculos de mímica que contaban historias clásicas, números de traga-fuegos, magos, cantantes y el mítico show de Bellini, que además contenía otros subespectáculos como el domador de leones, las gimnastas, ejercicios en el trapecio y el increíble show en piano de la elefanta Julieta. El circo levantó furor entre las masas. Se ganó especialmente al público mexicano. El encanto por el cine a su llegada era de esperarse.
Fue en 1894 cuando Thomas Alva Edison le ocurrió grabar espectáculos circenses por medio de el novedoso Quinetoscopio –un invento creado por su colaborador William Kennedy Laurie Dickson y patentado por el mismo Edison, por cierto un personaje que dedicó buena parte de su vida a patentar más de mil inventos que no fueron de su autoría total. Si bien el quinetoscopio no permitía proyectar las cintas, su sucesor el vitascopio –patentado también por Edison–, fue construido mucho antes que el cinematógrafo y presentado en el Circo Orrín. Y he ahí la entrañable relación que derivó, después, entre el circo y el cine.
La llegada del cine a MéxicoPorfirio Díaz, el primer actor en la historia del cine de mexicano
A dos años de que Edison patentara su quinetoscopio, los hermanos Auguste y Louis Jean Lumière, lanzan el cinematógrafo, una máquina capaz de grabar y proyectar escenarios en movimiento. No pasó más de un año y el cinematógrafo llegó a la Ciudad de México por medio de Porfirio Díaz.
Los circos fueron la sede para presentar diversos rodajes. Se dice que, en un principio, algunas personas sorprendidas corrían asustadas al ver estas imágenes en movimiento que parecían tan reales. El cinematógrafo fue presentado al público en el sótano de la droguería Plateros, en el número 9 de la calle que lleva el mismo nombre y que actualmente es Madero. Paradójicamente este lugar unos años más tarde se convertiría en la primera sala de cine del país, el famoso Salón Rojo. Leer más…
A 120 años de la llegada del cine a México, específicamente el 14 de agosto 1896, queremos recordar con especial entusiasmo cómo es que se ha desarrollado este séptimo arte en el país. Qué géneros han producido la mayor cantidad de películas mexicanas en diversas épocas, cuáles han brillado por sus inesperadas historias y qué otras más han sido poco famosas más sin embargo consideradas de culto en la historia del cine. Hoy en día es difícil criticar si se hace o no un buen cine en México. Por ahora solo nos queda hacer más cine. Y apoyar rotundamente lo que nuevos cineastas se encuentran proyectando a nivel nacional.
/ Fuentes de consulta:
Leal Juan Felipe, Barraza Eduardo, “1900: Tercera parte. El circo y el cinematógrafo: Anales del Cine en México, 1895-1911”, Juan Pablos editor.S.A, México 2009.
Acrobacia prehispánica / texto del Instituto Nacional de Antropología e Historia
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