Se dice que el olfato es el sentido que nunca duerme. Por ende, se encuentra íntimamente relacionado con los sueños, más estrechamente con los recuerdos. Asimilar un aroma a una persona, o un aroma natural, por ejemplo, podría traerte la imagen de aquella figura tan solo vuelvas a olfatear la misma esencia. Y aunque, al igual que los recuerdos, los aromas evocan principalmente nostalgia, gracias a su existencia podemos seguir ubicando con deleite, en algún lugar de nuestro subconsciente, las maravillas de haber vivido o visitado un lugar en específico.
Recientemente, la artista Kate McLean elaboró un “mapeo de olores” de algunas ciudades del mundo. Se tratan de una serie de geniales mapas que invitan a olfatear algunos de los aromas más distinguidos del entorno urbano: “los olores tienen historias y conectan con nosotros a un nivel emocional, trayendo recuerdos de lugares, eventos y personas”, advierte.
Este increíble proyecto para reconocer “smellscapes” (algo así como paisajes de olor) goza de un punto verdaderamente importante: la posibilidad de volvernos seres más olfativos que visuales, sobre todo en una ciudad. Y aunque este es un reto verdaderamente épico, lo cierto es que el simple hecho de sabernos mamíferos nos hace olfateadores por excelencia –pero sin enterarnos, hemos desarrollado poco más nuestra capacidad visual sin tomar esto en cuenta.
La vista es quizás la forma más obvia para navegar una ciudad, sin embargo, es imposible no utilizar el resto de nuestros sentidos cuando de reconocer una ciudad se trata.
Seguramente en alguna ocasión viajando, te ha venido a la mente la Ciudad de México por un platillo o ingrediente que reconoces como endémico de tu natal ciudad. O quizás, alguno de sus sonidos típicos te traiga reminiscencias de la capital como a Félix Blume, que le ocurrió grabar los gritos de la Ciudad de México y llevarlos consigo a casa. Estos ejemplos son sin duda recuerdos, que si bien no son totalmente visuales siempre nos traen a la mente la imagen de ese ingrediente cultural que ahora percibimos com oriundo de nuestro territorio. En el caso del olfato, y aunque poco menos reconocidos, los aromas naturales también encuentra un lugar especial en la capital mexicana.
Deliciosos, peculiares, fermentados o simplemente fuertes, reconocer los olores que existen en nuestros pueblos y ciudades no deja de ser una experiencia enriquecedora para nuestro sentido del olfato. A manera de ejercicio improvisado, te compartimos una selección de peculiares aromas u olores propios de la Ciudad de México:
El aroma de las gardenias
De cempasúchil en épocas otoñales
El olor a pan recién horneado
O a tortillas recién hechas
El exótico olor de las salsas (ajo, chile, cebolla y poco más)
El siempre exquisito olor del mezcal (y de la sal de gusano)
El aroma del limón (y de las ramas de limón)
La deleitosa presencia aromática del eucalipto
El fuerte aroma del copal
Su peculiar olor a smog que ya ni notamos
El olor del cafe de olla
El olor de los tacos (o más bien de la carne en plena cocción callejera)
Y aunque muchos solo lo intuyen, el aguacate también tiene olor peculiar
¿Qué otros olores, aromas o perfumes agregarías a la lista? Compártenos tus opiniones en nuestras redes sociales.
*Fotografia principal: Gloria Gallardo
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