Un recorrido por las entrañas de las iglesias más emblemáticas alrededor de la ciudad.
Existe una relación inequívoca entre la religión y la arquitectura. Los recintos que se erigen para llevar a cabo ceremonias y ritos, decía el historiador Richard Kieckhefer, son metáforas. Atravesar las altas puertas de estos lugares es como ingresar a un espacio espiritual, que acoge a través de detalles estéticos y simbólicos a cualquier laico.
Es sabido que las expresiones del arte avanzan con el contexto histórico, es por este motivo, que en las ciudades convergen estilos arquitectónicos de toda clase. Y en el caso específico de la religión, es preciso decir que el catolicismo fue un artífice clave de hermosos templos, parroquias, iglesias y catedrales.
Con la llegada de los españoles a Tenochtitlan, era inminente el cambio de carácter infraestructural. Los trazos de la ciudad se modificaron, y sin duda, se comenzaron a levantar construcciones abismalmente distintas a las prehispánicas y muy similares a las europeas. Los templos eran imprescindibles para la evangelización de los indígenas, y con el paso de los años, se siguieron construyendo distintas iglesias que respondían a aquellos estilos virreinales.
Ya hemos hablado de las edificaciones religiosas más hermosas de la ciudad, pero se hizo alusión solamente a sus particulares fachadas. Hoy queremos adentrarnos en estos lugares, tan llenos de simbolismo, culto y decoraciones ostentosas. Aquí cinco interiores de templos igual de plausibles que su exterior:
Catedral Metropolitana
Sin duda uno de los detalles más vistosos de la Catedral es el Altar de los Reyes, cuya construcción data de 1718. Tiene un estilo churrigueresco, al igual que su retablo y todas las piezas que lo constituyen. Popularmente y por sus grandes dimensiones, este espacio es conocido como “la cueva dorada”. Por otro lado, la sillería del coro también es asombrosa, su creación se dio a finales del siglo XVII. Además, cuenta con un órgano español y otro mexicano. También, dentro de la imponente catedral, hay alrededor de una docena de pequeñas capillas. Voltear a ver los techos es vital para terminar de apreciar esta magnífica obra.
Parroquia Verbo Encarnado y Sagrada Familia
Se puede constatar que esta parroquia es un poco más contemporánea, ya que se comenzó a construir en 1910. El neorrománico y el neogótico reinan el estilo interior del templo, el cual está repleto de bellísimos vitrales. Los candelabros que cuelgan de los altos techos fungen como iluminadores sutiles para poder admirar las piezas pictóricas que permean las paredes del sitio.
La Profesa
Este templo barroco del siglo XVIII se sitúa en el Centro Histórico de la CDMX. Además de su maravilloso retablo, llaman la atención los arcos que soportan a la grande iglesia, los cuales otorgan un sentido estético y simbólico a todo el lugar. Es conocida, también, por las pinturas que alberga. Aquí destacan obras religiosas de artistas como Manuel Tolsá y Cristóbal de Villalpando.
San Ignacio de Loyola
Se trata de una iglesia jesuita, cuya fundación data de la década de los 60. Resulta embelesadora su estructura metálica, la cual está compuesta por dos diagonales. Entrar a esta iglesia es como ingresar al interior de un perfecto triángulo isósceles. Lo mejor es la luz que se cuela a través de los vitrales, porque le da un aire colorido y entrañable a todo el espacio.
Catedral de Coyoacán
Esta es quizá una de las catedrales más hermosas no sólo de la capital, sino de todo el país. Lo primero que cautiva a los visitantes es su fantástico techo. Está repleto de obras pictóricas que narran episodios de la Biblia, así como figuras que adornan las formas parabólicas que lo construyen. El retablo es llamativo, pero son las paredes laterales las que resultan protagonistas, por los arcos que encierran más piezas artísticas dignas de elogios.
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