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Los baños en la CDMX se remontan a la época prehispánica, así como las costumbres higiénicas.
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Uno de los rituales más comunes entre los seres humanos es el que hacemos antes salir de casa en la mañana o el que hacemos al regresar, el café, preparar el lunch, darle de comer al gato, llegar a saludar al perro antes que a nadie o desinfectarnos de pies a cabeza, cada casa es diferente, pero hay una parada especial que en la CDMX es todo un hito de la vida diaria desde días prehispánicos: bañarnos.
Contrario a lo que todos podríamos creer el baño diario no es un hecho inherente a toda la humanidad, hoy más que nunca es un privilegio, pero también es una cuestión cultural. En general, en todo México se acostumbra el baño diario antes de salir de casa o después de una larga jornada laboral; particularmente en la CDMX hemos tenido una historia muy interesante al respecto de quitarnos la mugre y el mal olor.
Fuente: tusbuenasnoticias
Baño en el río y el Temascal
Seguramente los primeros españoles quedaron sin aliento al ver las magníficas edificaciones prehispánicas por primera vez, no sería alejado imaginar que los indígenas se maravillaron ante los barcos, los caballos… y mal el olor de los viajeros. Los españoles no acostumbraban a bañarse diario ni lavar su ropa a cada rato, menos si hablamos de soldados, así que despedían un olor nada agradable y sus dientes no eran como en las películas.
Tomar un baño en Europa, en aquellos días era todo un asunto, había que acarrear agua desde el pozo, calentarla, sacar a todos de la cocina para tener un poco de privacidad, o sumergirse en un río helado, si el rango social lo permitía el baño podía tomarse en la recámara, pero la casa quedaba hecha un lodazal, vaya, salía mejor no bañarse.
Fuente: el orejiverde
Pero acá era otro asunto, siempre lo ha sido. Los mexicas tenían hábitos de higiene diarios, desde el más temerario guerrero hasta la abuelita más grande de la comunidad se lavaba los dientes a diario con ceniza de tortilla, usaba la hierba del copalxocotl y la raíz del xiuhmaolli para la limpieza del cuerpo que además servía para lavar la ropa.
El Códice Florentino indica además que se tallaban plantas frescas en el cuerpo para perfumarse, o las masticaban para mejorar el aliento. Si bien los ciudadanos de la gran Tenochtitlán y pueblos aledaños no tenían baños en casa, sí acudían a bañarse a los ríos, las élites gozaban del privilegio de que les acarrearan agua de los canales, que no estaban lejos.
Fuente: Souvenir
Moctezuma, por ejemplo, tenía baño en cada uno de sus palacios y de vez en vez él y el resto de la población prehispánica de Mesoamérica acudían al temazcal. Construido de piedra o adobe y de unos dos metros cuadrados de planta y metro y medio de alto, el temazcal era utilizado por las sociedades indígenas como un baño medicinal que consistía en un ritual.
El temazcal no ha cambiado, hasta hoy se colocan piedras calientes al centro, hierbas medicinales, y se derrama agua para generar vapor; por aquellos días, la gente se recostaba desnuda dentro del recinto en un periodo de hasta una hora, se frotaban con hiervas y luego salían a refrescarse con agua fría. Los españoles lo aceptaron y lo rechazaron por periodos. Para algunos evangelizadores era un acto lascivo que hombres y mujeres se encerraran desnudos y donde además de hacían brujerías con plantas.
Fuente: Relatos e Historias en México
Pero después algunos estudiosos notaron los beneficios médicos del vapor en conjunto con las hierbas así que dejó de ser tan perseguido su uso por algún tiempo, todavía hasta el siglo XVIII se relacionaba el temazcal con la promiscuidad, el adulterio, la homosexualidad (y es que eso sí sucedía en los baños públicos de España). Afortunadamente con el repliegue de las poblaciones indígenas dejaron de darle tanta importancia y aún sobrevive su uso.
Baños públicos y vapores
Las grandes ciudades como la reedificada Tenochtitlán o la Nueva Galicia comenzaron a enriquecer su infraestructura empezado el siglo XVIII, calles empedradas, fuentes, y baños públicos empezaron a encontrarse tanto en los barrios como en las colonias elegantes.
En la CDMX se tiene registrados en el siglo XVIII los primeros baños públicos en la Cerrada de la Misericordia, hoy Mariana Rodríguez del Toro de Lazarin, en el Centro Histórico, aquellos contaban con baño turco (vapor) y regadera fría, sección de hombres y sección de mujeres. Ya para esos días, los hábitos de higiene habían cambiado, si bien con cierta frecuencia no eran diario.
Las casas no tenían baño, esa infraestructura llegó hasta el siglo XX, se acostumbraba a usar jarra y lebrillo, los abuelitos del lavabo, donde se podía dar una lavada a la cara y las axilas, porque eso sí, el mal olor nunca se ha apreciado. Por eso los baños públicos fueron tan bien recibidos y también el vapor, que tiene su primera aparición en Filomeno Mata #10 en un local que ya no existe.
En Francisco I. Madero #5 del Centro Histórico existieron los “baños de vapor y sanidad” que consistían en una caja de madera donde el cliente se sentaba al cliente tapado por un paño por el que sacaba únicamente la cabeza, el calor era generado por una lámpara de alcohol, sí, todo un peligro. Más adelante en 1837 nacieron baños como Las Delicias cada vez más elegantes, de arquitectura refinada que introdujo el azulejo de colores y diseños de moda.
Para 1912 en la CDMX ya existían en las casas más privilegiadas el drenaje y las tuberías para contar con regadera, pero en los barrios y algunas colonias de clase media los baños continuaban siendo de uso común todavía hasta los años 60. Por un lado, los baños y el vapor empezaron a dejar de utilizarse por aquellos que contaban con baño en casa, pero por otro lado seguían siendo una tradición y una necesidad.
Además de los servicios “extras”, los baños de vapor continuaron en uso por aliviar las crudas, reparar a los atletas cansados y por servir como centro de convivencia para los caballeros. La presencia de las regaderas en los hogares llevó a la extinción a muchos de los baños públicos, otros tantos aún sobreviven.