Chacmool, una enigmática escultura prehispánica que quizá nunca será descifrada

Chacmool tiene mil rostros que van de los sagrado a lo profano.

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Chacmool es un misterio

. A la fecha no existe un consenso de si esta figura representa a una víctima sacrificial, un militar, un sacerdote, un personaje histórico, un hombre-dios, un mensajero divino o una deidad particular. Asimismo, lo que rodea al nombre, y todo lo que se ha propuesto para tratar de resolver tanto sus orígenes, historias así como sus mitos, ha sido rebatido por diversos pensadores, que no coinciden en que si los orígenes del chacmool se encuentran en el Centro de México, en el área maya o en el norte mesoamericano. Chacmool es una de las imágenes más polémicas en los estudios sobre la religión y el arte mesoamericanos. Se ha dicho que Chacmool tienen sus raíces en al Clásico, al Epiclásico o al Posclásico Temprano, pero tampoco hay nada claro. Y todo esto desde el siglo XIX, cuando salió a la luz el primer reporte de uno de estos personajes semirrecostados, descubierto por el arqueólogo Augustus Le Plongeon. Le Plongeon exploraba Chichén Itzá buscando las pruebas de la fundación del antiguo Egipto por los mayas, cuando descubrió en 1874 la escultura de un hombre reclinado con un tronco corporal desproporcionado, la cabeza alzada y girada, las piernas formando un arco y sosteniendo una vasija con las manos sobre su vientre. Se le nombró Chac Mool, apelativo maya con etimología doble, por un lado, resalta la imagen de un “felino rojo”, y por otro, la de una “semilla alucinógena” parecida a un frijol rojizo. Alice Dixon, esposa del viajero, fotógrafo y anticuario británico-americano Auguste Le Plongeon, registró en su diario esta figura, el domingo 01 de noviembre de 1875. La misteriosa escultura que llamaron Chac Mool fue entregarla a la ciudad de Mérida para su resguardo y exhibición; y tres años después la figurilla se mandó a la Ciudad de México, su descubridor se quejó amargamente. Lo más extraño fue que a partir de esa primera figura, se descubrieron más, haciendo que por primera vez en la historia de la arqueología mesoamericana una misma escultura fuera encontrada en lugares diferentes de México, apareciendo en Tula, Hidalgo y en Chichén Itzá, Querétaro, Michoacán, Tlaxcala y Veracruz, además de sitios mucho más lejanos como Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica; y por supuesto también en la Ciudad de México, frente al adoratorio de Tláloc del Templo Mayor de Tenochtitlán.   En todos estos sitios, Chac Mool tiene una apariencia que nunca varía: está recostado en posición de cúbito dorsal, las piernas recogidas hacia su vientre, en el cual porta una vasija o recipiente, y su cabeza está alzada y girada hacia uno de sus costados. Lo que sí varia de un territorio a otro, son los materiales con los que fueron fabricados: piedras metamórficas, volcánicas, rocas calizas, hasta cerámica y argamasa. Su tamaño también ha sido variable: hay representaciones de tamaño natural, hasta algunas mucho más grandes y otras en formato miniatura. Algunos piezas de Chacmool iban casi desnudos y otros estaban ricamente ataviados con joyas y símbolos diversos. Una de las piezas encontradas en Michoacán varía enormemente de la típica representación de la figura en cuestión: su rostro es el de un anciano casi desnudo y con el pene erecto, pero como de las demás piezas, se ignora el significado real de estas piezas. En lo que se concuerda es en el uso de la escultura, que suponen que al ser de piedra se utilizó para sacrificios en el que se depositaban corazones humanos y otros objetos en honor de los dioses: tamales, tortillas, carne de guajolote, tabaco, plantas alucinógenas, flores, papel salpicado de hule, plumas, balche o incienso. Dependiendo de la cultura que adoptó el uso de esta figura, varía su significado. De acuerdo al fabuloso escritor y filósofo Alfredo López Austin en su texto El Chacmool mexica, la función de esta pieza era utilitaria: La arqueología nos confirma que estas esculturas no eran colocadas en el mismo sirio de la hierofanía (manifestación de lo sagrado), generalmente al fondo de los escenarios rituales, sino en puntos clave de los sacbeoob sacros, encima de plataformas bajas utilizadas como altares centrales, frente a banquetas ceremoniales, al pie de escalinatas de edificios religiosos, sobre las terrazas de estructuras piramidales o, un poco más adentro, en el vestíbulo o antecámara de la capilla.” Su función como piedra de sacrificios o téchcatl se sospecha tomando en cuenta un fragmento de la Crónica mexicana de Alvarado Tezozómoc que relata la inauguración del Templo Mayor de Tenochtitlan: “Luego que salió el Sol comenzaron a embijar a los que habían de morir con albayalde y emplumalles las cabezas; hecho esto los subieron en los altos de los templos y primero en el de Huiztilopochtli… Estaba parado el rey Ahuítzotl encima del téchcatl, una piedra en que estaba labrada una figuraque tenía torcida la cabeza y en sus espaldas estaba parado el rey y a sus pies del rey degollaban”. Bajo esta visión, el escritor mexicano Carlos Fuentes escribió una de sus narraciones más famosas titulada precisamente Chac Mool. El propio autor describió el origen de su cuento: “Se llama Chacmool en honor al dios de la lluvia del panteón azteca, cuyos poderes no parecen haber disminuido con la civilización moderna.” Lo cierto es que su ubicación simbólica en la arquitectura religiosa es una constante, su presencia siempre se ubica en los umbrales que dividen lo sagrado de lo profano, puntualmente, al pie de los altares, en el acceso a los campos de juego de pelota o en la entrada de los templos. Es posible suponer que su función debió constituir un elemento de tránsito entre los dioses y los humanos; quizá fue un semi-dios que transportaba las ofrendas que los fieles depositaban en su cuenco, siempre vertical, junto con las plegarias y peticiones que las motivaban. Aunque también, no sin motivos, hay quien lo ha referido como variante antropomorfa de las piedra sacrificiales. En la Ciudad de México, es posible conocer a Chacmool en el Museo Nacional de Antropología, Av. Paseo de la Reforma s/n, Polanco, Bosque de Chapultepec.