Foto destacada: Juan Carlos Campos Varela. DSA INAH.
Arqueólogos del INAH encontraron cuatro entierros de niños mexicas en el barrio de La Lagunilla.
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Una de las acciones cruciales que llevaron a cabo los españoles para la ocupación de la Gran Tenochtitlan, fue expulsar a los indígenas hacia la periferia y ubicarse al centro sociopolítico para consolidar una ciudad virreinal. Así que los españoles trazaron una nueva ciudad sobre las ruinas de Tenochtitlan.
Aunque los mexicas se mantuvieron en viviendas al margen del centro sociopolítico novohispano, comenzaron múltiples actos de resistencia que hoy resurgen de la mano de la arqueología.
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— Secretaría de Cultura (@cultura_mx) June 27, 2022
Hallazgo revela las duras condiciones de vida y la resistencia cultural de los mexicas en los albores del virreinato
🔸 Investigadores del @INAHmx descubrieron 4 entierros infantiles que datan de 1521 a 1620.
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Este es el caso del reciente descubrimiento de los vestigios de una vivienda mexica y de cuatro entierros infantiles que datan del periodo Colonial Temprano (1521-1620), pero efectuados a la usanza prehispánica, según se documenta mediante un proyecto de salvamento arqueológico de un predio del barrio de La Lagunilla, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
El arqueólogo a cargo del proyecto, Juan Carlos Campos Varela, anota que, en términos históricos, esta área correspondió al barrio de Cotolco y perteneció a la parcialidad de Atzacoalco, una de las cuatro grandes divisiones territoriales de México-Tenochtitlan.
Este hallazgo se suma a otra ofrenda mexica recientemente descubierta en Cuepopan, denota las difíciles condiciones de vida soportadas por los indígenas que no pudieron huir de Tenochtitlan durante su sitio ni después de su caída.
Lo anterior se deduce, según el investigador, de los cuatro entierros de infantes no tienen huellas de sacrificio ritual, por lo que las causas de sus muertes –que serán determinadas con exámenes de antropología física– estarían más asociadas a una época de crisis.
Un claro indicador es el cráneo del infante de mayor edad, el cual pudo fallecer entre los seis u ocho años en el cual se observa criba orbitalia en los techos de sus órbitas oculares, una enfermedad directamente asociada con anemia, procesos infecciosos, parasitosis y desbalance en la dieta.
La hipótesis podría probarse al verificar si el infante más pequeño es un nonato, quizá abortado espontáneamente por alguna deficiencia alimentaria o estrés materno y, por otro lado, si se consideran los resultados de salvamentos arqueológicos previos.
Estas ofrendas mortuorias son de especial interés, ya que “dos no tenían ofrenda y solo eran entierros primarios colocados en los estratos virreinales tempranos; el probable nonato estaba acompañado de dos cajetes cerámicos trípodes y yacía dentro de una olla globular, lo que nos habla de la pervivencia de una práctica funeraria que buscaba devolverlo al útero materno, representado por la olla” comentó el investigador.
Cabe destacar que en el predio se ubicó una ofrenda más, la cual resguardaba una vasija pigmentada de azul que contenía los huesos de un ave. Aunque carece de los atributos de Tláloc, dios de la lluvia, su coloración podría asociarla con el mundo acuático, todavía reverenciado a la manera prehispánica.
Como parte del proyecto se resguardarán los más de 200 objetos completos y semicompletos recuperados, entre juguetes, silbatos, platos, vasijas con vertedera, monedas y medallas, que van de los siglos XVI al XIX.