Casa del Diezmo en el barrio de La Merced, una fascinante muestra bioarqueológica del INAH

Fotos: Mauricio Marat. INAH

En este centro de Bioarqueología se han analizado 113 colecciones óseas y 1,600 cajas recuperadas en todo el país.

 

Se llamó Casa del Diezmo o Alhóndiga y fue el primer almacén de granos de la Ciudad de México que se estableció en 1573. En 1620 se trasladó a la calle que hoy lleva su nombre, Alhóndiga, pero la construcción del edificio que actualmente conocemos como la Antigua Alhóndiga no comenzó sino hasta el siglo XVIII, como lo indica una inscripción en la fachada. 

Construido a un lado de la antigua Acequia Real, este edificio mantiene hoy en día su primigenia función de almacén: aunque ya no resguarda los granos que abastecían a la capital novohispana, ahora, en 230 metros cuadrados, se distribuyen 1,600 cajas con los restos óseos de nuestros antepasados, los cuales aparecen día con día en salvamentos arqueológicos que se realizan en todo el país, y que pueden ir desde un cráneo hasta las osamentas de centenares de individuos.

 

La Casa del Diezmo en el barrio de la Merced, del Centro Histórico de la Ciudad de México, es sede de la Sección de Bioarqueología de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), instancia de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.

Se trata de un área especializada que desde mediados de 1970, es un espacio de apoyo a nivel académico y técnico, para los diversos proyectos de salvamento y rescate que se realizan en el país; según los indicó en un boletín el coordinador y antropólogo físico Jorge Arturo Talavera González. De este modo, nació la Sección de Antropología Física, la cual estuvo a cargo de la maestra Rosa María Peña Gómez.

Pero hace poco se reactivó este lugar, bajo el nombre de Sección de Bioarqueología, extendiendo sus propósitos más allá de dar apoyo en el estudio osteológico de los proyectos, con el fin de formar cuadros de investigación en la estrategia bioarqueológica; mismos que van desde la intervención en campo, laboratorio, procesamiento de datos, informes y publicación de resultados. 

  Aquí también se intercambia información con otras osteotecas del INAH y se establecen convenios con instituciones para investigaciones que requieren otro tipo de infraestructura o tecnología, lo que incluye estudios arqueométricos o afines: ADN, colágeno residual, paleodieta, procesos patológicos, líneas incrementales del cemento dental, entre otros.

 

Asimismo, se destaca el correcto estudio de las colecciones de huesos a nivel nacional, a partir de un modelo interdisciplinario que combina la arqueología, la antropología física y la etnografía, de manera que la capacitación de expertos –que va de arqueólogos a criminalistas– “busca enseñarles cómo optimizar la información procedente de los entierros humanos, desde el trabajo en campo”.

 En los casi 11 años de la Sección de Bioarqueología de la DSA, se han analizado 113 colecciones óseas, 64 de ellas se han subido al Sistema Único de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos. Este material cuenta con informes técnico-académicos, producto de las labores en campo y en laboratorio, denuncias, peritajes y colaboraciones con dependencias del INAH y externas.

También es un lugar de apoyo donde los expertos apoyan en prospecciones y excavaciones en diversos puntos de interés arqueológico. Talavera González explica que durante el proceso de excavación, marcado e inventario de entierros, los cuales pueden corresponder a grupos precerámicos o a las épocas prehispánicas, virreinal, del siglo XIX e inicios del XX, es posible observar ciertas patologías, marcas de actividad o tafonomía.

También se ha analizado otro material que permanece inédito, como el derivado del salvamento arqueológico en la avenida Reforma 159 de en la capital mexicana; mismo que consta de 17 cajas con 109 cráneos de ambos sexos, 93 cajas con 155 entierros primarios, dos con concentraciones de hueso cremado (osarios) y 28 costales con material óseo aislado. De ahí que la Sección de Bioarqueología representa una veta inagotable para comprender la evolución de las poblaciones que han habitado en México.