Chuí: el oasis vegetariano en la Roma que convence hasta a carnívoros

Hay lugares que nacen para provocar conversación, para agitar la rutina culinaria y hacernos mirar el plato con una mezcla de curiosidad y nostalgia. Chuí, en pleno corazón de la Roma, hace justamente eso: entra sigiloso en la escena gastronómica pero deja una estela brillante, como si en cada mesa colocara una pequeña epifanía vegetal.

La Ciudad de México vive un momento vibrante en el universo plant-based; no es moda pasajera, sino un apetito creciente por experiencias más conscientes, más creativas, más sabrosas. En medio de ese movimiento aparece Chuí, un restaurante que entiende que el vegetarianismo no tiene por qué ser solemne. Aquí nadie pondera sacrificios; al contrario, el menú se despliega juguetón, irreverente, casi travieso, dispuesto a demostrar que la carne no es condición para la plenitud.

El contexto que lo vio nacer es simple pero profundo: comensales cada vez más abiertos, cocineros inquietos por expandir lo posible, y una colonia Roma que desde hace años funciona como laboratorio gastronómico donde se afinan ideas que luego hacen eco en toda la ciudad. En ese ecosistema, Chuí propone una cocina que respira barrio, temporada y encanto. Cada plato vibra con una intención clara: que el comensal descubra que no hace falta “sustituir” la carne cuando lo vegetal puede narrar su propia historia con potencia y textura.

La experiencia empieza incluso antes de sentarse; su atmósfera tiene algo de refugio urbano, un espacio donde las plantas, la madera y la luz desenfadada crean un abrazo suave. Y después, el desfile culinario: coliflores convertidas en objetos de deseo, tortas que parecen jugar con la memoria chilanga, salsas que apapachan y sorprenden, y un menú que cambia lo suficiente para que cada visita se sienta como el primer encuentro. La intervención arquitectónica, a cargo de Abel Perles, es simple e inteligente: se quitó el techo para dejar entrar el cielo. Las láminas se reutilizaron como cerramiento lateral, y todo el lugar respira, se ventila, se deja mirar.

La cocina está a cargo Rodrigo Vázquez, argentino con paso por hoteles como el Alvear y el Faena, y una relación íntima con el fuego como técnica. Junto a él, Kenyi Heanna, chef ejecutivo de Chuí, quien mezcla sus influencias japonesas, italianas y latinas con un enfoque completamente estacional. Ambos logran que lo vegetal se vuelva protagónico sin tener que explicarlo.

Puede que lo más fascinante de Chuí no sea un platillo en particular, sino la manera en que se siente estar ahí: como si la cocina vegetal hubiera dejado de ser alternativa para convertirse en celebración. Su propuesta es honesta, luminosa y tan bien ejecutada que uno cae en cuenta —a mitad del bocado— de que la ausencia de carne simplemente no importa.

Para la colonia Roma, acostumbrada a recibir conceptos nuevos cada semana, Chuí no es sólo otro nombre en la lista. Es un recordatorio de que la creatividad culinaria puede ser amable, fresca, incluso juguetona, sin renunciar al rigor gastronómico. Y para la ciudad entera, es un guiño: todavía hay formas nuevas de saborear lo conocido.

Chuí

@chui.cdmx
Dónde: Orizaba 34, Roma Norte