Gracias a este insecto mexicano el arte tiene un genuino rojo intenso.
. . .
Desde la época medieval, artesanos y comerciantes competían entre sí, buscando la forma de hacer colores saturados a partir de diversos materiales que fueran duraderos en telas, lanas, en seda y algodón. Aunque se consiguió usar raíces y resinas para el color amarillo, verde y azul, se trituró un “caracol marino” para obtener un tinte color púrpura muy valioso, seguían sin encontrar un rojo que los hiciera vibrar.
El rojo que usaban, el llamado rojo de Turquía, estaba hecho a partir de un intenso trabajo de meses que implicaba un proceso con estiércol de vaca, sangre de ternera y aceite rancio. A pesar de sus muchos intentos por sacar un rojo con diversos materiales, a partir del palo Brasil, mezclando laca y líquenes, ningún intento obtuvo la intensidad del rojo que ofrecía un insecto mexicano que en lengua náhuatl, se conoció con el nombre de Nocheztli.
Mientras en Europa se padecía por el color rojo, en México se usó la cochinilla desde el año 2000 A.C. Las civilizaciones en Puebla, Tlaxcala y Oaxaca tenían todo un sistema de crianza de insectos para obtener mejores resultados en las pinturas para códices y murales, así como para el teñido de telas y plumas.
La grana cochinilla es un pequeño insecto parásito que se alimenta del nopal, y mucho se cultivó en México durante la época prehispánica. Para sacar el pigmento, la hembra se seca y se tritura para extraer el ácido carmínico rojo; después se le añaden sustancias ácidas para crear tonalidades que van desde el rosa tenue hasta el púrpura intenso.
Cuando los conquistadores llegaron a la Gran Tenochtitlan, el pigmento de rojo estaba por todas partes. De hecho, las comunidades pagaban impuestos con kilos de cochinillas y rollos de tejidos de color rojo. Aunque también existían otros colores para los pintores con muy buena tonalidad, Cortés reconoció que una de las mayores riquezas que encontró en la Nueva España fue el pigmento. Así que informó de sus cualidades al rey Carlos V; no obstante, prestando mayor interés por el oro y la plata.
Fue en 1523 que el pigmento de cochinilla viajó a España, donde el rey vio el potencial económico del tinte y decidió exportarlo a toda Europa. Fue así como un insecto se convirtió en el más precioso de los insectos, al atraer más riqueza que las minas del Chocó, Popayán o Barbacoas. Las casas de Moneda del Reino apenas acuñan dos millones, cuando la cochinilla se producen tres y medio millones.
El pigmento de cochinilla era 10 veces más potente que la Sangre de San Juan y producía 30 veces más tinte por onza que el rojo de Armenia. Cuando los tintoreros europeos comenzaron a experimentar con aquel rojo, quedaron fascinados por sus cualidades brillantes.
Para generar la cantidad de pigmento que Europa requería, se obligó a los indígenas a producirlo, prácticamente, a gran escala, a cambio de una paga mínima de los españoles. A mediados del siglo XVI, toda Europa usaba el pigmento y para 1570 era uno de los productos más rentables y vendidos del continente, creciendo de 22 toneladas en 1557 a 150 toneladas en 1574.
El retrato de Isabella Brandt de 1610, pintado por Rubens, destaca el tono rojo que dan las pinturas con el tinte de cochinilla. La pared detrás de la mujer es representada con un rojo profundo y brillante, de la cual ella emerge dentro de una suerte de aura luminosa.
A pesar de que hasta mediados del siglo XIX, el rojo cochinilla fue sustituido por un rojo sintético, muchos pintores siguieron haciendo uso de las tonalidades importadas de México. En pinturas de Paul Gauguin, Augusto Renoir y Vincent van Gogh se ha demostrado que el rojo de la cochinilla está más que prrsente. Van Gogh uso el rojo en “El Dormitorio” de 1888, donde pone un punto ardiente y brillante de rojo en la almohada de la cama.
Hoy en día el color rojo sigue estando asociado con la magia ancestral y la protección de quienes usan vestimentas teñidas con el rojo de la cochinilla. Este insecto le dio al mundo un color nuevo, intenso y de una calidad extraordinaria, haciendo uno de los insectos más populares y presentes en muchas de las obras de los grandes genios.