En el mundo prehispánico, la bóveda celeste y los astros jugaban papeles muy significativos en la vida cotidiana y la organización de las sociedades; los cometas eran particularmente trascendentales.
Los fenómenos astronómicos han maravillado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Los pueblos mesoamericanos veneraban a los astros, ya que se creía que estos influenciaban significativamente la existencia y las acciones humanas. De hecho, muchas de las culturas prehispánicas, en especial los mayas y mexicas, eran expertos astrónomos. Muchos de los aspectos de su vida estaban regidos por los movimientos de los cuerpos celestes, desde acciones militares y religiosas hasta el oficio futuro de un recién nacido, el cual estaba determinado por el signo astrológico bajo el cual nacía.
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La influencia de los astros era tal, que incluso Moctezuma se guio por los movimientos del cielo para recibir a Hernán Cortés. Se creía que tanto el lugar como el día en que se establecía una reunión podía afectar su resultado, por lo que el tlatoani mexica intentó escoger un día auspicioso para salir bien parado del encuentro. Cabe destacar que la información documentada en los códices nos dice que uno de los eventos más trascendentales en aquellos tiempos era el paso de los cometas.
Los cometas tenían nombres propios en varias las culturas prehispánicas: citlalin popocha (estrella que humea) en náhuatl, budz ek en maya e ifuo nganotza en otomí, por nombrar algunos. Además, la interpretación de su avistamiento en la Tierra corría a cargo de ciertas personas que ostentaban cargos importantes. Se trataba de los astrónomos-sacerdotes, quienes se encargaban de transferir el orden indicado por el cielo a su propia sociedad. Estos singulares personajes se llamaban Ilhuicatlamatinime en náhuatl, y formaban parte del estamento dirigente de las ciudades.
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Ellos tenían la tarea de observar detenidamente la bóveda celeste cada noche para tratar de establecer una conexión directa con los dioses. Si bien la faceta más significativa de su práctica era religiosa y ritual, también realizaron avances científicos notables, los cuales se tradujeron en sendos trabajos astronómicos como sus calendarios, tremendamente completos y exactos. Además, dichos calendarios regulaban los ritos, las actividades agrícolas y la vida cotidiana. Por eso su ojo entrenado era tan importante para traducir el paso de un cometa e informar a la gente.
El avistamiento repentino de una ráfaga incandescente en el cielo infundía el terror en la población, ya que pensaban que se trataba de un augurio funesto. Para los mexicas, la aparición de un cometa presagiaba un desastre: por ejemplo, uno de ellos se avistó en 1505, y se dice que pronosticó la llegada de los españoles y la caída del imperio. El estigma de mal augurio que portaban los cometas no era gratuito; se cree que muchas de las profecías escritas a partir de ellos se cumplieron.
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Aquí un fragmento escrito por fray Bernardino de Sahagún, el cual arroja más luz sobre la importancia de los cometas en Mesoamérica: “llamaba esta gente a la cometa citlalin popoca, que quiere decir estrella que humea. Teníanla por pronóstico de la muerte de algún príncipe o rey o de guerra o de hambre. La gente vulgar decía: ésta es nuestra hambre. A la inflamación de la cometa llamaba esta gente citlalin tlamina, que quiere decir “estrella tira saeta”. Y decían que siempre que aquella saeta caía sobre alguna cosa viva, liebre o conejo u otro animal, y donde hería, luego se criaba un gusano, por lo cual aquel animal no era de comer. Por esta causa procuraba esta gente de abrigarse de noche, porque la inflamación de la cometa no cayese sobre ellos”.
Más información para ampliar tu acervo de cultura prehispánica: la historia de las ahuianime.
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