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Viernes 13: entre la Ley de Murphy y los caballeros templarios.
Aunque uno podría creer que en pleno siglo XXI han disminuido sensiblemente los supersticioso y que la idea de hacer rituales para eludir la mala suerte pertenece a la locura del pasado; la realidad es que en el presente aún hay gente que evita ponerse debajo de escaleras, personas no se pasan la sal en la mesa y por supuesto una enorme cantidad de humanos que en viernes 13 mejor se quedan en casa, por si las dudas.
Y es que aunque para la mayor parte de la sociedad estas 24 horas no significan nada; según los psicólogos hay un grupo reducido de individuos que le tienen miedo irracional al 13 y sufren de un mal llamado: triscaidecafobia. Estos extraños seres deben odiar cuando el número del terror se mezclan con el último día de la semana laboral.
Hay algo en el número 13 que inquieta desde mucho antes de que Hollywood le pusiera máscara y machete.
Desde los albores de la civilización, el número 12 ha representado armonía: 12 meses, 12 signos del zodiaco, 12 horas de día y 12 de noche. Incluso 12 apóstoles. Doce es un número cerrado, circular, como un reloj. El 13, por tanto, irrumpe. Rompe la danza. Es el invitado no esperado. El vértice incómodo.
En la mitología nórdica, se cuenta que doce dioses cenaban en armonía en el Valhalla hasta que un treceavo invitado no deseado, Loki —el embaucador por excelencia—, llegó sin avisar. No venía con brindis ni ofrendas: solo trajo muerte. Engañó al dios de la oscuridad para que asesinara al dios de la alegría. Desde entonces, el número 13 carga con el estigma de haber quebrado el equilibrio.
La tradición cristiana también tejió su propio mito: en la Última Cena, eran trece los presentes, y el número trece fue Judas. El traidor. El que interrumpió la armonía con un beso envenenado. Si a eso le sumamos que la crucifixión fue un viernes, el cóctel está servido.
Pero lo curioso es que no hay registros sólidos de que el viernes 13 fuera una combinación maldita hasta el siglo XIX. Antes de eso, el viernes y el 13 ya llevaban fama de por sí, pero caminaban separados. Fue la modernidad, con sus ansiedades y su fascinación por los presagios, la que los emparejó para siempre.

Pero más allá de trastornos psicológicos, vale la pena preguntarse: ¿dónde nació la extraña leyenda del viernes 13? En qué momento se originó ese rumor, que ha pasado de generación en generación, según el cual la mala suerte (lo que sea que eso sea ) se libera de la pequeña caja en la que vive, y alcanza a quien se deje.
De acuerdo a uno que otro etnólogo , el supuesto origen de esta leyenda nació de los prejuicios que se tenían antes del siglo XX contra el viernes. Y es que el quinto sol de la semana jugó un papel diabólico en la cosmogonía judeocristiana; de hecho hay quienes aseguraban que durante esas 24 horas ocurrieron: la crucifixión de Cristo, la famosa mordida de la manzana y el Diluvio Universal.

Ha sido tanto el miedo a la fecha, que incluso su maldición fue ampliamente mencionada en las obras literarias del siglo XVI, como los Cuentos de Canterbury; un grupo de relatos en los que se puede encontrar un verso que dice lo siguiente: “Ya ha llegado el viernes, murmuran las olas viejas. El día más desdichado de toda la semana.”
La tradición de odiar los viernes continuó viva también en el XIX. A propósito de esto un grupo de investigadores ha indagado en cartas, avisos de ocasión y demás documentos de la vida cotidiana, y han encontrado en más de una escrito que advierte los riesgos de hacer cosas después del jueves y antes del sábado.
Estos textos indican que ese día: a los marineros nos les gustaba iniciar viajes , por que eran supersticiosos, los novios no se casaban, las embarazadas hacían todo lo posible para que su bebé no naciera durante la jornada, los enfermos no se paraban de la cama y todas las mudanzas debían posponerse, si los inquilinos no se querían empezar mal en la nueva casa.

Por otro lado, el 13 también está asociado a oscuridades parecidas a la de los viernes. Y aunque hay también una multiplicidad de teorías respecto a la fundación de este relato, un grupo de expertos sugieren que el número quedó maldito porque Judas fue el décimo tercer invitado a la Última Cena.
Dicho eso, y juntando las dos fobias colectivas (a los viernes y al 13) pareciera normal descifrar el pavor que se le tiene a este día en particular, después de todo se mezclan en un solo paquete dos símbolos que han estado en el inconsciente popular desde hace siglos.
Sin embargo, hay dos teorías que desmientes lo anterior: una que afirma que en esa fecha es mala porque ese día detuvieron al líder de los caballeros templarios. La otra (hecha por los más esotéricos) asevera que el viernes 13 se desata la irónica y misteriosa Ley de Murphy; ese principio empírico que sostiene que: “si algo malo puede pasar, pasará.”

Los templarios, el calendario y el miedo
Una fecha que muchos señalan como el punto de ignición fue el viernes 13 de octubre de 1307, cuando cientos de Caballeros Templarios fueron arrestados por orden del rey Felipe IV de Francia. Tortura, traición, hogueras. Algunos historiadores dicen que es una coincidencia; otros, que ahí se sembró el miedo.
En la Francia del siglo XIX ya se hacían chistes sobre nacer un viernes 13 y cargar con la desgracia desde la cuna. Y en 1907, el escritor T.W. Lawson publicó una novela titulada Viernes 13, donde un corredor de bolsa manipula el pánico supersticioso para provocar caos en Wall Street. La idea prendió: la cultura ya estaba lista para creer.